domingo, 27 de enero de 2013

Boletín: 31 de Marzo de 2013

DORMIR EN TUS MANOS Lucas 23:46

Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró (Lucas 23:46)
Las manos de Dios son salvación. No están hechas para condenar. Si alguien, al final, se condena, es sólo en la medida en que huye de esas manos.
Las manos de Dios son resurrección. El no es Dios de muertos, sino de vivos, dijo Jesús. El no da muerte, Dios da vida. Jesús es vida para nosotros.

Porque las manos de Dios son, literalmente, las manos del Padre. Pero escribimos “Padre” con mayúsculas. Porque Dios no es “como un padre humano”. Dios es Padre, se dedica a ser Padre, es “sólo” Padre, sobre todo Padre, ante todo Padre. Esta fue la gran revelación de Jesucristo.

Por eso ahora Jesús muere tranquilo: sabe bien donde pone su cabeza. Acabó el combate, es hora de descansar, en las manos de su Padre.

Con la sencillez y ternura con la que un niño pequeño hace su oración antes de dormir y recordando la primera oración que José le enseñó en su más tierna edad, Jesús dice: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23:46) Jesús se prepara para, literalmente, dormir en paz.

Levanta aún una última mirada. Ama este mundo. Lo ama porque él lo hizo. Se ha sentido a gusto siendo hombre, a pesar de todo. Mas ya no tiene fuerzas. Su cabeza desciende. Una gota de sangre rueda desde la frente a la mejilla, de la mejilla al suelo, suena en el silencio de la tarde. Muere. Ha muerto. Pero en realidad, está dormido.

Pablo se refiere a los creyentes que han fallecido como “los que duermen”:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados” (1ªCorintios 15:51)
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1ªTesalonicenses 4:13-14)

Al morir Jesús pronuncia una frase que era habitual para los niños antes de dormir pues Jesús va a dormir en paz. Ahora todos los creyentes que llegan a fallecer, no mueren, más correctamente “duermen”, en espera del regreso de Jesús.

Pablo enseña que nuestra fe en Jesús y nuestra convicción en la muerte y resurrección de Jesús deben ser la base para nuestra confianza firme de que nuestros seres queridos que han fallecido, creyendo en Cristo Jesús, no están muertos, descansan en el paraíso:
“Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43)

“El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea” (Lucas 24:1-6)

Conforme a lo que Jesús mismo les había dicho a sus discípulos, al tercer día habría de resucitar. Al llegar las mujeres al sepulcro lo encontraron vacío; Jesús había despertado y se había levantado. La resurrección de Jesús valida todas sus palabras y todo su ministerio.

Pedro, en su primer sermón habla valientemente y entusiastamente de esta resurrección: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que…habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos…Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor Y Cristo” (Hechos 2:29-36)

Pablo nos brinda una reflexión sobre esta resurrección: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11)

Este pasaje nos enseña, primeramente que Jesús fue “levantado de los muertos” por el Espíritu Santo. Al morir en la cruz del Calvario, Jesús encomendó su ser al Padre y se durmió; al tercer día fue levantado, resucitado por el Espíritu Santo.

También este pasaje nos enseña que nuestra fe en la resurrección de Jesús tiene implicaciones espirituales para nuestra vida hoy: Puesto que el Espíritu Santo mora en nosotros y nosotros creemos en la resurrección de Jesús, entonces podemos confiar en que el Espíritu Santo nos dará una nueva vida:
“…a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4)
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ªCorintios 5:17)

Jesús resucitó
Jesús ha sido exaltado
Ahora nosotros tenemos una bella oportunidad de vivir una nueva vida en Cristo Jesús por el poder vivificante de su Espíritu. AMEN
JFVS