domingo, 27 de enero de 2013

Boletín: 31 de Marzo de 2013

DORMIR EN TUS MANOS Lucas 23:46

Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró (Lucas 23:46)
Las manos de Dios son salvación. No están hechas para condenar. Si alguien, al final, se condena, es sólo en la medida en que huye de esas manos.
Las manos de Dios son resurrección. El no es Dios de muertos, sino de vivos, dijo Jesús. El no da muerte, Dios da vida. Jesús es vida para nosotros.

Porque las manos de Dios son, literalmente, las manos del Padre. Pero escribimos “Padre” con mayúsculas. Porque Dios no es “como un padre humano”. Dios es Padre, se dedica a ser Padre, es “sólo” Padre, sobre todo Padre, ante todo Padre. Esta fue la gran revelación de Jesucristo.

Por eso ahora Jesús muere tranquilo: sabe bien donde pone su cabeza. Acabó el combate, es hora de descansar, en las manos de su Padre.

Con la sencillez y ternura con la que un niño pequeño hace su oración antes de dormir y recordando la primera oración que José le enseñó en su más tierna edad, Jesús dice: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23:46) Jesús se prepara para, literalmente, dormir en paz.

Levanta aún una última mirada. Ama este mundo. Lo ama porque él lo hizo. Se ha sentido a gusto siendo hombre, a pesar de todo. Mas ya no tiene fuerzas. Su cabeza desciende. Una gota de sangre rueda desde la frente a la mejilla, de la mejilla al suelo, suena en el silencio de la tarde. Muere. Ha muerto. Pero en realidad, está dormido.

Pablo se refiere a los creyentes que han fallecido como “los que duermen”:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados” (1ªCorintios 15:51)
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1ªTesalonicenses 4:13-14)

Al morir Jesús pronuncia una frase que era habitual para los niños antes de dormir pues Jesús va a dormir en paz. Ahora todos los creyentes que llegan a fallecer, no mueren, más correctamente “duermen”, en espera del regreso de Jesús.

Pablo enseña que nuestra fe en Jesús y nuestra convicción en la muerte y resurrección de Jesús deben ser la base para nuestra confianza firme de que nuestros seres queridos que han fallecido, creyendo en Cristo Jesús, no están muertos, descansan en el paraíso:
“Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43)

“El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea” (Lucas 24:1-6)

Conforme a lo que Jesús mismo les había dicho a sus discípulos, al tercer día habría de resucitar. Al llegar las mujeres al sepulcro lo encontraron vacío; Jesús había despertado y se había levantado. La resurrección de Jesús valida todas sus palabras y todo su ministerio.

Pedro, en su primer sermón habla valientemente y entusiastamente de esta resurrección: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que…habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos…Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor Y Cristo” (Hechos 2:29-36)

Pablo nos brinda una reflexión sobre esta resurrección: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11)

Este pasaje nos enseña, primeramente que Jesús fue “levantado de los muertos” por el Espíritu Santo. Al morir en la cruz del Calvario, Jesús encomendó su ser al Padre y se durmió; al tercer día fue levantado, resucitado por el Espíritu Santo.

También este pasaje nos enseña que nuestra fe en la resurrección de Jesús tiene implicaciones espirituales para nuestra vida hoy: Puesto que el Espíritu Santo mora en nosotros y nosotros creemos en la resurrección de Jesús, entonces podemos confiar en que el Espíritu Santo nos dará una nueva vida:
“…a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4)
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ªCorintios 5:17)

Jesús resucitó
Jesús ha sido exaltado
Ahora nosotros tenemos una bella oportunidad de vivir una nueva vida en Cristo Jesús por el poder vivificante de su Espíritu. AMEN
JFVS

Boletín: 29 de Marzo de 2013

CONMIGO EN EL PARAISO Lucas 23:39-43

Quienes eran estos dos hombres, no lo sabemos. En torno a ellos se han tejido cientos de leyendas. Se les han atribuido docenas de nombres (Dimas y Gestas son los más comunes) Pero nada sabemos con verdadero peso histórico. Pero iban a convertirse, en la cruz, en paradigmas del ser humano ante el dolor. El sufrimiento lleva a los seres humanos a opciones radicales y opuestas. Puede liberar almas, puede también esclavizarlas; hay cruces de blasfemia y cruces de paraíso. Sobre la colina del Calvario las tres cruces parecen idénticas. A los ojos ofrecen el mismo horrible espectáculo, la misma tragedia. Y sin embargo, hay tres hombres en cruz; uno que da la salvación, otro que la recibe, un tercero que la desprecia.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. (Lucas 23:39)

Estas palabras encerraban ironía y sarcasmo, cólera y violencia. Había oído a quienes insultaban a Jesús; escuchaba cómo le llamaban Mesías salvador; había podido leer el título que, sobre su cabeza, le proclamaba rey. Y en su grito, se mezclaba el insulto y la desesperación. Quizás su desesperación tenía la fría e irremediable dureza que se percibe en ciertos ateos contemporáneos nuestros. Si es así, tuvo que sentir un infinito desprecio hacia Jesús, el mismo que hoy sienten muchos ateos hacia los creyentes. ¿Cómo es que éste aún no ha entendido la nada de toda existencia? ¿En qué espera? ¿Por qué espera? ¿Cómo ni en la misma cruz abandona su sueño? Su grito, entonces, estaría cargado del más feroz sarcasmo ¡Anda, sálvate a ti mismo y de paso, a nosotros!
No sabemos qué especie de rebeldía habitaba el alma de este hombre. Pero sí que, pasó junto a la salvación sin descubrirla. ¿Entró así a la muerte? ¿Se quedó para siempre clavado en su odio? ¿O llegó a su alma un rayo tardío de luz, tal vez tras la muerte de Jesús, una luz que abriese la noche de su alma? Aquí nuestras preguntas tienen que quedarse sin respuesta alguna.

Aún más enigmática es la figura del segundo malhechor. Mateo y Marcos nos dicen que los dos crucificados se burlaban de Jesús. Solo Lucas nos detalla un cambio de actitud en uno de ellos. Su dolor en la cruz era atroz, como el de sus dos compañeros. Pero la ruina de su cuerpo no había llegado a su alma. La tenía lo suficientemente despierta como para descubrir a Jesús en medio del dolor.
Para este hombre, el dolor había sido verdaderamente fecundo. La orilla de la muerte había despertado en él la voz de Dios. Y a esa luz había entendido la justicia de su condena. En medio de su dolor horrible había sabido olvidarse de su cuerpo para reconstruir su vida y llegar a la conclusión de que era culpable.

Pero aún había ido más allá. Ordinariamente el dolor nos cierra el alma. Quien sufre termina por convencerse de que sólo él sufre. Se torna incapaz de comprender todo otro dolor. Con este hombre no había sido así. Desde la misma cruz, supo salirse de su tragedia para examinar, conocer y comprender a Jesús. Muy bien pudo ser testigo del proceso de Jesús ante Pilato. Conoció, al menos, su digno silencio durante el camino hacia el Calvario y oyó cómo, por toda respuesta a los insultos, pedía perdón para quienes le ofendían y trataba de disculparles ante un Padre que, para este malhechor, no podía ser otro que Dios.
Probablemente también él, al principio, como señala Marcos y Mateo, se unió a los que insultaban. Pero el silencio y la dignidad de Jesús le golpearon ¿Y si fuera verdad? ¿Y si este hombre fuera verdaderamente el Mesías esperado? Esta idea rebotaba en su cerebro como un absurdo ¿El Mesías muriendo así? ¿Y si fuera verdad? ¿Y si tras esta vida hubiera otra, otro Reino en el que este hombre triunfará? Lo que fue al principio una sospecha se hizo una duda, después una posibilidad, finalmente un comienzo de certeza. La seguridad que veía en Jesús no era de este mundo. No había blasfemado de Dios, no renegaba de la vida. Se mostraba sereno y tranquilo. Era, evidentemente, un hombre bueno, un justo.

En medio de sus dolores el malhechor buceaba por su alma y por la verdad. Excavaba en ella como en un pozo. Y, poco a poco, notaba que su corazón se iba pacificando, como si la verdad fuera agua fresca. Tal vez la muerte de un justo, de un solo justo, fuese suficiente para hacer girar el mundo. Quién sabe, incluso, si no estaba a punto de brotar un alba nueva, un mundo donde todo sería diferente. Se sintió pobre y niño y, en su debilidad, descubrió que necesitaba una mano que le sostuviese, como su madre lo había hecho en la infancia. Era, como lo diría Jesús en su magistral sermón: un “pobre en espíritu”.

Y ahora el malhechor dice unas palabras asombrosas a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (Lucas 23:42) y no se sabe qué admirar más: si la sencillez de sus palabras, si su ausencia de ambiciones, o si su vertiginosa fe. Dos de los apóstoles, Santiago y Juan, habían pedido, casi exigido, los primeros puestos en el Reino. Este malhechor pide simplemente un recuerdo y resulta triunfador. Un moribundo ve a Jesús moribundo y le pide la vida; un crucificado ve a Jesús crucificado y le habla de su Reino; sus ojos ven cruces, pero su fe ve un trono majestuoso. Pero, además, trono trascendente. Este malhechor sabe que los dos van a morir; y está seguro, sin embargo, de que hay un Reino que les espera.

Y la respuesta de Jesús no puede estar más preñada de contenidos. Se abre con un “de cierto te digo”, que para un judío, tenía la solemnidad de una promesa. Y luego ofrece al malhechor mucho más de lo que pedía: “Hoy” ¡que prontitud! “Conmigo” ¡Qué compañía! “En el Paraíso” ¡Qué descanso!

Pero, en rigor, el verdadero premio que Jesús promete al malhechor no está en la palabra “paraíso”, sino en la palabra “conmigo”. Porque la belleza del paraíso es Jesús. Este paraíso, es un lugar de descanso, reservado para los creyentes que “mueren en Cristo”, para su descanso, en espera del regreso de Jesús. Es tal el descanso que aquí se experimenta, que Pablo designa a los muertos en Cristo como “dormidos” (1ªCorintios 15:51-52; 1ªTesalonicenses 4:13-18)

En la cruz se inaugura las nuevas medidas de las cosas: Judas, se pierde; María Magdalena, se salva. El Sumo Sacerdote, que llevaba toda la vida examinando las Escrituras no reconoce a Jesús; y el centurión, sólo con verle morir, descubre todo. Un malhechor muere blasfemando y el otro entra en el paraíso de la comunión con Jesús. La verdad triunfa sobre las apariencias. Ahora entendemos aquella frase misteriosa que ya encontramos en los comienzos del Evangelio: Jesús sabía lo que había en el hombre (Juan 2:25) y en aquel malhechor, de quien desconocemos hasta el nombre, había algo que salvar: AMOR.
JFVS

Boletín: 24 de Marzo de 2013

PERDONALOS PADRE Lucas 23:34

Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen… (Lucas 23:34)

La frase de Jesús se pronunció cuando, concluida la orgía de insultos, la cima del Calvario comenzó a quedarse sola. Era la hora de la oración. Jesús, que había evitado hablar cuando le azuzaban, que había esquivado todo tipo de respuesta polémica, se volvía ahora a su gran soledad interior para hablar con su Padre. Todo podía temblar menos su gran certeza de que el Padre le escuchaba ¡Había enseñado tantas veces a los suyos a orar, levantando el corazón a Dios! Ahora quería aprovechar sus últimos minutos de vida para orar.

Pero no oraba por sí mismo. Pedía, sí, por sus enemigos, pero ni siquiera que ellos le comprendieran, o que fuesen castigados; más bien que fueran perdonados. En realidad ponía en práctica lo que había predicado: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5:44) Ahora Jesús aprovechaba sus últimos minutos de vida para realizar esa oración y ese amor. ¿Y por quiénes oraba? En primer lugar por los responsables directos de su condena y su crucifixión: Caifás, Anás, Pilato, Herodes, Judas, fariseos, saduceos, escribas.

Pero ¿era cierto que Judas no sabía lo que hacía? Había vivido junto a Jesús tres años, fue testigo presencial de todos sus milagros, escuchó todas sus palabras. Había comido del pan multiplicado, bebió el agua convertida en vino. Era testigo de la pobreza en que Jesús vivía; conocía su falta de ambiciones humanas y el sentido trascendente de su misión ¿y no sabía lo que hacía al traicionarle?
¿Y Anás y Caifás? Eran profesionales de la ley, conocían mejor que nadie los anuncios proféticos que habían descrito a Jesús con minuciosidad de dibujante. Estaban perfectamente informados de la resurrección de Lázaro; medían mejor que nadie la aguda intuición del pueblo al seguir a Jesús. Por tres años habían desplegado una multitud de espías para seguir cada paso, cada palabra y cada prodigio de Jesús, de él sabían todo ¿y no sabían lo que hacían?
¿Y Pilato? ¿Acaso no había proclamado él mismo por tres veces que Jesús era inocente? ¿No dijo y repitió que no encontraba causa en él? ¿No recibió el aviso de su misma esposa, proclamándole “justo”? Pilato no sólo había actuado contra su conciencia, sino que era perfectamente consciente de ello. Sabía muy bien que la única razón que le empujó a firmar la sentencia había sido su propio miedo; había cedido, no a las razones, sino a las amenazas de ser denunciado ante el emperador. El mismo se sintió tan falso que había precisado un gesto retórico ante la multitud: lavarse públicamente las manos de una sangre que proclamaba inocente ¿Y no sabía lo que hacía?
La misma multitud que había hecho presión ante Pilato ¿podía argüir ignorancia? Por las calles de la ciudad andaban los paralíticos curados por él, los ciegos a quienes devolviera la vista le vieron cargar con su cruz.

Jesús, que conoce hasta el fondo la naturaleza humana, pues como Dios es obra suya y como humano la comparte, sabe mejor que nadie hasta qué punto el ser humano se ciega a sí mismo y se vuelve ignorante de cuanto le molesta, culpablemente ignorante, pero ignorante al fin.

Judas logró sin duda convencerse a sí mismo de que lo que hacía era bueno para su pueblo; Caifás terminó por sentirse defensor de Dios al empujar a Jesús hacia la muerte; Pilato pensó que el agua de la palangana le limpiaba de un error, que, en definitiva, no era suyo. Eran, así, al mismo tiempo culpables, y por eso Jesús pide perdón para ellos, que no son más que unos ciegos e ignorantes; actuando por emoción.
Más tarde cuando Pedro hable a los judíos de la crucifixión de Jesús dirá: Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes (Hechos 3:17) Siempre, a fin de cuentas, el que peca está ciego o se ciega voluntariamente. El pecado es, en el ser humano, la demostración de su ignorancia, de su ceguera, de su falta de amor.
Esta ceguera es la más alta de las tragedias humanas: el ser humano no sabe lo que hace, ni para el bien, ni para el mal. Satanás le prometió a Eva que si traicionaba el amor de Dios, desobedeciendo, sería como Dios, sabiendo el bien y el mal (Génesis 3:4-5) y era sólo una mentira. El ser humano no es capaz de discernir lo bueno de lo malo, incluso a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo (Isaías 5:20) El ser humano no sabe, no sospecha siquiera la importancia que tiene para Dios su pobre y pequeño amor. Como el ser humano no ama, no sabe hasta qué punto es amado; no sospecha hasta qué hondura hiere cuando niega ese amor y hasta donde alegra cuando se entrega. En ese engranaje de Dios con el ser humano, éste mide con su pequeña medida de ciego, pero para Dios las medidas son infinitas. Cuando el ser humano opta por Dios o contra Dios, mide su opción con las mismas coordenadas que cuando elige este o aquel plato de comida. No logra descubrir que opta por el bien infinito o por el mal infinito.

Por eso, Jesús ahora se precipita a pedir perdón para el ser humano; pues no contempla sus ofensas, mira más allá de ellos, divisa su destino eterno. Es por ese destino que está clavado a la cruz. Y no tiene otras palabras que las del perdón pues: no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (Juan 3:17)
Porque, en realidad, es para el mundo entero para quien está pidiendo perdón. Por eso Jesucristo no concreta. Sí, en un primer círculo, piensa en los responsables directos de su condena, en un segundo círculo estamos todos los que de alguna manera somos responsables; todos cuantos alguna vez hemos pecado; todos cuantos hoy –aun sabiendo y pregonando que Jesús es Dios- continuamos siendo ignorantes y ciegos, al seguir pecando.
Al orar por nosotros, Jesús nos ve desde su corazón, ahí no había condenas, ahí la primera de las palabras sustanciales no podía ser otra que “perdón” ¿No era ésta, en definitiva, la clave radical de toda su vida, la primera y la última razón de su muerte?

Jesucristo ha venido a brindarte el perdón de pecados para que disfrutes de su amor. AMEN
JFVS

Boletín: 17 de Marzo de 2013

SIMON EL ELEGIDO Lucas 23:26-32

23:26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
23:27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
23:28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
23:29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
23:30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
23:31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
23:32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.

Jesús iba conducido por soldados romanos desde el palacio de Pilato hacia al monte Calvario; estos soldados era un grupo especializado en crucifixiones.
Las mujeres que siguen aquí a Jesús eran las que habitualmente atendían a los condenados como un “servicio social”. Jesús se conmueve ante los sufrimientos que esperan a estas mujeres y a sus hijos en la guerra del 66-70 d.C. En sus palabras Jesús quiere expresar que su muerte en la cruz del Calvario no debe ser visto como una tragedia para ser llorada; tragedia es la que les espera a los habitantes de Jerusalén en la invasión que se avecina.

La muerte de Jesús en la cruz del Calvario no es una tragedia, es el plan de Dios para nuestra salvación, es el cumplimiento supremo de la voluntad de Dios y es la victoria espiritual en la aparente derrota física. Las apariencias engañan.

En v31 el inocente, “El leño verde” es Jesús; los culpables, “el leño seco” son los judíos que sufrirán el asedio de Jerusalén. El odio y el instinto violento que está latente en el ser humano es capaz de aplicar dolor y sufrimiento al inocente, ¡cuánto más al culpable!

Lucas menciona la presencia de dos criminales que iban a ser ejecutados con Jesús, es cumplimiento profético: “…y fue contado con los pecadores…” (Is 53:12)

En v26 Simón de Cirene viene del campo, frase que quiere indicar que había pasado la mañana trabajando la tierra y ahora viene a la ciudad, seguramente a almorzar ¿En que vendría pensando? ¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿Venía feliz o triste? Lo cierto es que su vida está a punto de cambiar porque va a tener un encuentro con Jesús.

Nosotros también, andábamos por el mundo, caminando quien sabe porque caminos y quien sabe en que estaban ocupados nuestros pensamientos cuando también tuvimos un encuentro con Jesús que cambió nuestra vida.

El encuentro de Simón con Jesús fue “raro”; pero ¿qué decir del nuestro?
Mientras él quiere entrar a la ciudad ve que de ella sale una multitud de personas que sigue a una guardia de soldados romanos que conducen a tres presos condenados a la crucifixión. Tal vez alcanza a ver como uno de ellos cae al suelo y sobre su espalda el pesado madero. El centurión romano comienza a buscar entre los presentes y fija su mirada precisamente sobre Simón y con despotismo le ordena cargar la cruz de Jesús.

Simón de Cirene ha sido elegido; obligado a cargar con un pesado madero, seguramente que contra su voluntad y a regañadientes tuvo que obedecer. Pero esta acción de Simón, de ser “obligado” por soldados romanos a cargar con la cruz de Jesús y que seguramente realizó contra su voluntad y de mala gana, es en realidad, cumplimiento de las Sagradas Escrituras:
“y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.” Levítico 16:21
El macho cabrío representa a Jesús; Él lleva nuestros pecados.
El hombre destinado representa a Simón de Cirene; destinado, entonces, por Dios Padre para ser parte del plan redentor.
Seguramente que en ese momento Simón nada de esto pensó; seguramente realizó esta tarea de mala gana; seguramente se enojó. Pero sin saberlo estaba siendo parte del plan redentor de Dios y estaba dando cumplimiento a las Sagradas Escrituras.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28)
Si a los que amamos a Dios todas las cosas nos ayudan a bien ¿Por qué vivimos con amargura? ¿Con angustia? ¿Con miedo? ¿Con incertidumbre? Muchas de las cosas que acontecen a nuestro alrededor no parecen tener sentido, no le hayamos lo agradable; pero por fe, podemos saber que todo contribuye para nuestro bien pues todo forma parte de un plan de Dios que incluye nuestro crecimiento espiritual y nuestra participación en la misión de ganar a más personas para Cristo

La reflexión, inspirada por el Espíritu Santo, sobre el acontecimiento de este “salir” de Jesús, en comparación con el sacrificio descrito en Levítico 16 lo podemos leer en la Carta a los Hebreos:
“Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.” Hebreos 13:11-12
“Y sacarán fuera del campamento el becerro y el macho cabrío inmolados por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para hacer la expiación; y quemarán en el fuego su piel, su carne y su estiércol.” Levítico 16:27
Jesús tenía que morir fuera de la ciudad de Jerusalén para así dar cumplimiento a las Sagradas Escrituras en el sentido de “sacar” el pecado.

Nada en el ministerio, pasión y muerte de Jesús fue accidental; todo fue parte del plan redentor de Dios.
Nada en nuestra vida como cristianos es accidental; todo forma parte de un plan de Dios que busca nuestra “santificación”, que demos fruto que glorifique a Dios, fruto de amor, a Dios, a nuestros hermanos, a nuestro prójimo.

Todo aquí en la tierra es temporal; nosotros solamente estamos de paso y nuestra prioridad aquí es mejorar nuestra comunión de amor con Dios y ayudar a otros a mejorar su comunión de amor con Dios.
AMEN
JFVS

Boletín: 10 de Marzo de 2013

REPOSO DE DIOS Génesis 2:1-3

2:1-3 Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.

Esta palabra “reposo” describe la actitud de Dios respecto a lo creado en la tierra para el sostenimiento de la vida. Todo lo que se requiere para que la tierra sea habitable ha sido hecho y todo lo hecho por Dios es calificado como “bueno”.

Más aún, este pasaje declara que Dios ha “bendecido” este “reposo”, la bendición consiste en que este “reposo” tiene, de parte de Dios, fuerza regeneradora; pues lo que Dios bendice se llena de vitalidad, se regenera, produce paz.

Este “reposo” ha sido “santificado”, apartado para servir a Dios; se trata de un tiempo reservado para el servicio a Dios y puesto que Dios vive en la eternidad, se trata de una oportunidad para el ser humano.

Este “reposo de Dios” es como un paréntesis de eternidad en medio del tiempo humano, lleno de afanes y trabajos. Este “reposo” es una bendición para nosotros.

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Yahvéh tu Dios…” (Éxodo 20:8-10) Dios invita a su pueblo a hacer un alto en su rutina diaria y apartar un día a la semana para disfrutar del “reposo de Dios”. Así como Dios “santificó” ese día, ahora invita a su pueblo a tomar una determinación voluntaria de separar ese día para Dios.

“Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿Por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?” (Marcos 2:23-24) Los fariseos habían transformado este “reposo” en un día de prohibiciones. Lo que debía ser un tiempo de agradable descanso se había convertido en pesada carga.

“También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.” (Marcos 2:27) Jesús aclara que el día de reposo fue “hecho” por causa de los seres humanos, para aliviar sus cargas y afanes, para apartar un tiempo para buscar a Dios.

“Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.” (Marcos 2:28) Con esta declaración Jesús establece su autoridad divina, ya que fue Dios quien “santificó” ese día en Génesis.

Ahora deliberadamente hará Jesús diversas actividades, sobre todo de sanidad, en esos días de reposo, para ayudar a todos a entender el verdadero sentido del “reposo de Dios”.

“Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5:16-17) Ciertamente Dios “reposó” de su actividad creadora, pero no permanece inactivo, está activamente participando en un proyecto en el que Jesús entusiastamente también trabaja: nuestra salvación.

¿Debemos hoy los cristianos guardar el sábado? Los cristianos de cultura griega en la ciudad de Colosas ciertamente no lo hacía aunque eran criticados por los judíos: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir…” (Colosenses 2:16-17)

La iglesia en Roma estaba integrada por cristianos de raza judía que sí guardaban el sábado y cristianos de raza griega que no lo hacían: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.” (Romanos 14:5)

Nosotros, como la mayoría de los cristianos, desde sus inicios, hemos trasladado el día de reposo del sábado al domingo para celebrar la resurrección de Jesús.

Pero el autor de la Carta a los Hebreos nos brinda el sentido espiritual de este reposo: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo…aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.” (Hebreos 4:3-4)

El autor de la Carta declara que este “reposo” consiste en establecer una comunión con Dios: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16)

Es la Carta a los Hebreos la que nos brinda el entendimiento espiritual para interpretar la intención de Dios al establecer este reposo: COMUNION.

Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28) El reposo de Dios se abre hoy a nosotros como invitación de Jesús para establecer una comunión de amor con Dios.

La naturaleza esencial de Dios es vivir en amor, en comunión fraternal; entramos a este “reposo de Dios” por “creer en Jesús” y vivimos en este reposo por cultivar una correcta comunión de amor con Dios; por tanto entremos en el reposo de Dios
AMEN
JFVS

Boletín: 3 de Marzo de 2013

HAGAMOS AL HOMBRE Génesis 1:26-27

1:26-27 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

“Hagamos”.
El Salmo 102 es una oración dirigida a Yahvéh, en v25 leemos: “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos.” Dios Padre es Creador.
El Evangelio de Juan inicia su relato indicándonos que en el “principio” Jesús estaba presente en diálogo con su Padre: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” En v3 leemos: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Jesús es Dios Creador.
En Génesis 1:2 se destaca la presencia del Espíritu Santo en la tierra para crear orden y vida: “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” El Espíritu Santo es Creador.
Si bien la palabra “Trinidad” no aparece en la Biblia, es claro que aquí están las Tres Personas que integran a Dios y que ellas existen en diálogo permanente.

“Al hombre”. En este momento Dios Padre dialoga con Jesús y con el Espíritu Santo para establecer solemnemente que ha llegado el tiempo oportuno para la creación del ser humano. Todo lo que Dios hace tiene propósito y todo este acto de regenerar el orden y la vida en la tierra tenía como propósito crear el escenario para la llegada del ser humano y con él la puesta en marcha del gran plan de salvación: “ya destinado desde antes de la fundación del mundo…” (1ªPedro 1:20)

“A nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” La naturaleza esencial de Dios es existir en diálogo y va a crear un ser con el cual, por su semejanza, pueda entrar en esta relación de diálogo con Él.

“Y creó Dios al hombre a su imagen” El ser humano fue creado a “imagen de Dios” (en hebreo: célem Elohim) Así, el ser humano procede de una Palabra de Dios en diálogo consigo mismo y para entrar en diálogo con Dios: “…cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)

“Y señoree” Célem, en hebreo, describe una estatua, una copia del original. Así como los reyes levantaban estatuas suyas como distintivo de su soberanía sobre sus provincias, el ser humano ha sido puesto en la tierra como signo de la existencia de Dios. El ser humano, en su capacidad de dominio y control sobre los animales de la tierra y el mar, es prueba de la existencia de Dios. Que simpático resulta que estemos buscando “pruebas” de la existencia de Dios.

Por ser creación de Dios, Él nos conoce desde el principio: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre…mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:13-16)
Por ser creación de Dios, Él nos conduce a plenitud de vida: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmo 16:11)

No estamos aquí por casualidad o por accidente; Dios nos creó con propósito: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)

“Varón y hembra los creó” Dios creó personas masculinas (en hebreo: “zacar”) y personas femeninas (en hebreo: “neqeba”) esta es la imagen de Dios. La naturaleza bisexual de la humanidad sugiere que el amor es la relación humana básica.

Por voluntad de Dios el ser humano no ha sido creado solitario, sino que ha sido creado para la convivencia. El concepto total de “humano” no se contiene sólo en el varón, sino en el varón y la hembra. Ni el varón ni la mujer son “humanos” en individualidad, solamente ambos y en armonía como imagen de Dios que dialoga fraternalmente.

Entonces las personas fuimos creadas para amar y vivir en convivencia. Al final, solamente en convivencia se podrán satisfacer las necesidades profundas de la naturaleza humana y esta convivencia debe ser sin discriminación alguna pues todos somos imagen de Dios.

“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3:27-28) Todos y cada uno de nosotros somos “imagen de Dios” y por tanto no debemos hacer distinciones discriminatorias entre nosotros; debemos aprender a convivir juntos en fraternidad pues esta convivencia es la que nos hace “humanos”.

En este contexto visualizamos mejor las palabras de Jesús:
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” (Juan 15:12) Porque somos “imagen de Dios” debemos amarnos y vivir en diálogo fraternal.

“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” (1ªJuan 4:12)
Quieres saber cómo es Dios: observa la convivencia fraternal sincera de las personas y así es Dios en su naturaleza esencial, en su “imagen”.
En la convivencia fraterna Dios se hace presente manifestándose en amor, por tanto “amémonos unos a otros”.
AMEN
JFVS

Boletín: 24 de Febrero de 2013

VIO DIOS QUE ERA BUENO Génesis 1:4-5

1:4-5 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

El v5 termina con la frase “fue la tarde y la mañana un día”
El v8 termina con la frase “fue la tarde y la mañana el día segundo”
El v13 dice: “Y fue la tarde y la mañana el día tercero”
El v19 dice: “Y fue la tarde y la mañana el día cuarto”
El v23 dice: “Y fue la tarde y la mañana el día quinto”
El v31 termina con la frase “fue la tarde y la mañana el día sexto”

Claramente la intensión de estas frases es la de establecer seis periodos de 24 horas cada uno, “un día”, como nosotros lo llamamos.

Pero no dice el texto de Génesis que Dios creó el universo en 6 días. Eso corresponde a la declaración de v1. Debemos recordar que en v2 se asume que un gran cataclismo dejó la tierra “desordenada y vacía” y ahora, a partir de v3, Dios comienza un proceso regenerativo de la tierra como lugar de vida, que tiene una duración de 6 días.

Así, no debe haber contradicción entre las declaraciones de Génesis y las teorías científicas. Entre v1 y v2 bien pudieron pasar todos esos eventos que los científicos nos explican con gran entusiasmo, incluyendo las historias de los dinosaurios y las de los Picapiedra.

Pero hoy a nosotros nos interesa otra declaración de este pasaje de Génesis:
El v4 dice: “Y vio Dios que la luz era buena…”
El v10 termina con la frase “Y vio Dios que era bueno”
El v12 termina con la frase “Y vio Dios que era bueno”
El v18 termina con la frase “Y vio Dios que era bueno”
El v21 termina con la frase “Y vio Dios que era bueno”
El v25 termina con la frase “Y vio Dios que era bueno”
El v31 dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.”

A lo largo de todo este proceso regenerativo, Dios declara que todo lo que ha hecho es “bueno”. No hay nada malo en la naturaleza esencial de todo lo creado por Dios ya que Dios mismo es bueno: “Porque Yahvéh es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.” (Salmo 100:5)

La acción de Dios en nuestra vida es “buena”, por eso podemos unirnos a la declaración del salmista: “Bien has hecho con tu siervo, oh Yahvéh, conforme a tu palabra…bueno eres tú y bienhechor; enséñame tus estatutos.” (Salmo 119:65-68)

En ese contexto de la acción bondadosa de Dios es que podemos leer este precioso texto, lleno de esperanza, en medio del dolor y la devastación de una ciudad y una nación conquistada:

“Por la misericordia de Yahvéh no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Yahvéh, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Yahvéh a los que en él esperan, al alma que le busca.” (Lamentaciones 3:22-25)

Nosotros también podemos esperar en Yahvéh nuestro Dios y Salvador, sabiendo que cada mañana se renueva su misericordia y que Él es bueno con nosotros.

También nuestra vida estaba desordenada y vacía, pero la Palabra de Dios ha sido escuchada por nosotros y la recibimos con expectación y experimentamos ese poder creativo de Dios que trajo nueva vida y luz a nuestra existencia:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ªCorintios 5:17)

Esta regeneración de nuestra vida es un proceso que ha dado inicio desde el momento en que comenzamos a escuchar con entendimiento la Palabra de Dios, pero este proceso no ha terminado, ha de continuar hasta llegar a la meta de Dios:

“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6) Observemos que esta “obra” de Dios en nuestra vida es calificada también por Dios como “buena”.

Todo lo que Dios está haciendo en nuestra vida es “bueno” y veremos esta obra el día en que Jesús regrese por nosotros: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Colosenses 3:4) Y Dios verá su obra en nosotros y dirá que es “buena”.

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2) Observemos que la voluntad de Dios es calificada como “buena”.

Lo que Dios quiere es traer orden y vida a nuestra existencia; su voluntad es “buena” para nosotros; escuchemos con atención la Palabra de Dios y dejemos que su Palabra renueve nuestro entendimiento para disfrutar de sus bondades en una vida abundante y con propósito.
AMEN
JFVS

Boletín: 17 de Febrero de 2013

DIJO DIOS Génesis 1:3

1:3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.

El universo en su totalidad, materia y energía, es resultado de la voluntad de Dios expresada en palabra: “dijo Dios”.

“Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras…” (Salmo 19:4)
“Voz de Yahvéh con potencia; voz de Yahvéh con gloria.” (Salmo 29:4)

Esta palabra de Dios está llena de poder creador; lo cual nos remite a la Carta a los Hebreos: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos 11:3)

Es por la fe que entendemos que el Cosmos fue el resultado del poder creativo de Dios manifestado por medio de su Palabra. Llegamos a esta certeza porque la misma Palabra de Dios nos ha hecho “nacer de nuevo”: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” (1ªPedro 1:23)

Así como la Palabra fue el instrumento de Dios para la creación del Cosmos, también es el instrumento para crear una nueva vida, abundante y con propósito.

En el pasaje de Hebreos 11:3 la expresión “entendemos” no se refiere a un conocimiento adquirido por investigación; designa el conocimiento adquirido por “revelación divina”.

En el pasaje de Hebreos 11:3 la expresión “constituidos” significa: perfectamente ajustados. La armonía que existe en el universo y que ha fascinado a científicos es el resultado de la voluntad de Dios con un propósito.

Ver el universo como creación de Dios es declaración de fe a la que puede llegar el creyente gracias a su experiencia de conversión. Primero nos admiramos del poder creativo de Dios en nuestra vida y luego entendemos que igualmente Dios puede, por su Palabra generar orden y vida.

En el pasaje de Hebreos 11:3 se declara que el universo fue creado a partir de “lo que no se veía”; esto quiere decir que Dios no utilizó materia visible para crear el universo. Me atrevo a decir que Dios creó el Cosmos a partir de la energía generada por su palabra hablada; así, la energía de su voz se transformó en materia.

Esta Palabra de Dios, que sale de su boca, tiene poder creativo y vivificante, conforme a la voluntad de Dios:

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:10-11)

Dios habla y suceden cosas.
Dios habla y se genera orden.
Dios habla y se genera vida.
Escuchar la Palabra de Dios es experiencia vivificante.

El primer gran acto creativo de la Palabra de Dios en nuestra vida es la fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17) Al escuchar la Palabra de Dios se genera fe, elemento indispensable para establecer la comunión de amor con Dios.
¡Qué importante es escuchar la Palabra!

Cuando el mundo estaba sumergido en el caos de las tinieblas, Dios habló y con su Palabra generó orden y vida. Aun hoy la Palabra de Dios tiene ese poder creativo para generar orden y vida.

Ahora nosotros podemos experimentar el poder creativo de Dios pues su Palabra ha llegado a nosotros por su voluntad y hará todo lo que Él quiera en cada vida.

Esta Palabra es implantada en nuestra vida, como semilla: “…la semilla es la palabra de Dios.” (Lucas 8:11)

Esta Palabra, sembrada en nosotros, ha de dar fruto: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto…” (Mateo 13:23)

Dios ha hablado, queda en nosotros oír y entender para que Su Palabra genere orden y vida en cada uno de nosotros.

“Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.” (1ªJuan 1:5)

Perseveremos en el entendimiento de la Palabra de Dios para que dé fruto en amor y disfrutemos de la vida abundante y con propósito que Dios quiere generar en cada uno de nosotros.
AMEN
JFVS

Boletín: 10 de Febrero de 2013

DESORDENADA Y VACIA Génesis 1:2

1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

“Estaba”; en hebreo: “hayah”, expresa la idea de “llegó a estar”, en el sentido de transformarse: “Y la tierra llegó a estar desordena y vacía”.

Solamente una catástrofe planetaria puede explicar la “llegada” de esta confusión caótica en la perfección original de la creación de Dios. El orden original de Dios ha sido perturbado por un cataclismo del que no sabemos nada con certeza.

Lo que sí sabemos es que el Cosmos y nuestra vida misma, necesitan sin cesar esta voluntad creadora de Dios que todo lo sustenta y que sin la presencia envolvente del Espíritu Santo, la armonía de la vida llega a sucumbir en el caos.

¿Acaso este pasaje es la descripción de nuestra vida en el momento de nuestro encuentro con Jesús?
¿Acaso no es verdad que es Dios quien da sentido a nuestra existencia?

“Desordenada y vacía”; esta frase nos remite al libro del profeta Isaías: “Porque así dijo Yahvéh, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Yahvéh, y no hay otro.” (Isaías 45:18)

En este pasaje de Isaías Dios declara que no creó la tierra “en vano”, palabra que en hebreo es “tohu”, y que se traduce “vacía” en Génesis 1:2 Entonces Dios no creó la tierra “desordenada y vacía”, ese caos es el resultado de una catástrofe que intenta destruir el orden de vida creado por Dios. Todavía esas fuerzas amenazan nuestra vida trayendo caos, desorden, vació.

“Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”: Todo era un mar profundo cubierto de oscuridad.

También nuestra vida parecía o aún se parece a este tenebroso cuadro: “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios…” (Efesios 4:18)

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz.” (Efesios 5:8)

“Mas vosotros sois…pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1ªPedro 2:9)

Pero Jesús que es la luz de nuestra vida, ha triunfado sobre las tinieblas que amenazaban con hundir nuestra existencia: “La Luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” (Juan 1:5)

Dios nos ha liberado de las tinieblas para llevarnos a la comunión con Jesús, que es la luz de la vida: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.” (Colosenses 1:13)

“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” (1ªJuan 1:5)

“El Espíritu de Dios se movía”; el verbo “movía” en hebreo es “merajefet” y da la idea de volar; describe al Espíritu Santo aleteando sobre la tierra para cubrirlo; ilustrando con esto la acción de poner orden y crear vida en el planeta caótico.

Esta idea es expresa poéticamente y triunfalmente en el libro de Salmos: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.” (Salmo 104:30)

El Espíritu Santo, al ser enviado por Dios Padre, puede crear y renovar la vida donde solo hay destrucción y muerte:

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)

Un día la tierra llegó a estar desordenada y vacía, debido a un cataclismo terrible; pero el Espíritu Santo fue enviado por Dios Padre para crear orden y vida. “Y las tinieblas no prevalecieron”.

Ese mismo Espíritu Santo llegó un día a nuestra existencia, que en mayor o menor grado, estaba también desordenada y vacía. “Y las tinieblas no prevalecieron”.

Ese caos que trastornó nuestra existencia procede de las mismas tinieblas que envolvían la tierra en Génesis 1:2 y que mantenían nuestro entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios.

Pero la Luz, que es Dios, iluminó nuestra vida y nos recató de las tinieblas para llevarnos a la comunión de amor con Jesús; esa es la acción del Espíritu Santo en nosotros.

Una vez el caos parecía hundir el proyecto de Dios, pero el Espíritu Santo lo rescató. Una vez nuestra vida parecía “desordenada y vacía” pero la acción del Espíritu Santo en nuestra vida nos rescató y nos dio nueva vida en Cristo Jesús.

Ahora atendamos el consejo de la Biblia: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6)

Vivamos en la luz de Jesús gozando de la comunión con El por medio de la Biblia.
AMEN
JFVS

Boletín: 3 de Febrero de 2013

EN EL PRINCIPIO Génesis 1:1

1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

“Principio”; esta palabra nos lleva al Evangelio de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.” (Juan 1:1-2)

Nuestra historia tiene un “principio”, un momento en la eternidad, en el que Dios abre un paréntesis para crear el tiempo y con él nuestra existencia misma.

En ese memorable momento del “principio” ya existía Jesús y existía en diálogo permanente con el Padre y el Espíritu Santo.

Dios existe en diálogo consigo mismo y por eso es que constantemente nos invita a entrar en diálogo fraterno: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20) Este es el propósito de Dios para nosotros: vivir en fraternidad.

“Creó”; este verbo nuevamente nos remite al Evangelio de Juan: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3)

Jesús es el creador de todas las cosas: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos, y las que hay en la tierra, visible e invisibles… todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16)

Toda la creación, materia y energía, pertenecen a Jesús y fueron creadas por Jesús y fueron creadas para Jesús. Él es el centro del universo, no tú ni yo.

Entonces la vida de cada uno de nosotros tiene sentido y propósito en relación con Jesús, nuestro creador. Fuiste creado por Jesús y para Jesús; al establecer una relación personal con Jesús descubres quién eres y el propósito de tu vida.

“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:17) Antes que existieras, ya existía Jesús y tienes vida porque en Jesús subsistes para un propósito.

Es Jesús quien te da vida: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:4) Es Jesús quien ilumina tu existencia con la vida verdadera.

Hay quienes simplemente existen, hay quienes luchan por sobrevivir; pero eso no es vida, la vida es gozar de la comunión de amor con Dios viviendo con propósito.

La vida es Jesús y Él es quien de verdad puede iluminar tu vida; las respuestas que necesitamos para salir de las tinieblas las tiene el Creador de todas las cosas: Jesús, nuestro Dios y Salvador.

“Dios”; este es el título profesional de Yahvéh. Así como los títulos “ingeniero, doctor, licenciado” definen la actividad profesional de una persona, el título “Dios” define la actividad profesional de Yahvéh.

“Dios” significa, en hebreo, el Desplegador de poder; define aquella persona que posee autoridad sobre cierto poder para ponerlo en acción. Jesús es Dios porque tiene toda autoridad para desplegar todo poder sobre toda la creación:

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18) Jesús es Dios porque ha creado todo lo que existe y porque lo sustenta con un propósito.

Jesús es Dios porque ha creado nuestra vida y la sustenta hasta el día de hoy con un propósito: estar para siempre con Él en ambiente festivo.

“Los cielos y la tierra” es la forma en que la Biblia expresa que todo lo que existe es creación de Dios y le pertenece y existe con un propósito.

“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11)

A Dios le gusta crear, y en este acto podemos ver un diseño inteligente y una pasión por la estética y la diversidad.

Cuando nosotros nos emocionamos creando algo, diseñando, cocinando, escribiendo, etc. Nos parecemos a Dios.

Podemos entender, entonces, que Dios disfrutar su creación, que la admira y se deleita en ella y que cuando nosotros nos deleitamos con la belleza de la naturaleza también en eso nos parecemos a Dios.

Todas las cosas subsisten en la creación para sostener la vida humana con un propósito: “…es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2ªPedro 3:9)

Le toca a la ciencia explicar los procesos físicos, biológicos y químicos que dieron origen al Cosmos y que sostienen la vida; pero el origen y propósito del Cosmos está en Jesús.

Tú fuiste creado por Jesús y para Jesús; tú tienes un propósito en tu vida y ese propósito es gozar de una bella comunión de amor con Jesús que ilumine tu vida actual, la haga abundante y con propósito y te lleve de la mano por el sendero de esta vida hasta llegar a las Bodas del Cordero, la fiesta de bienvenida que Dios está preparando para nosotros. ¡Ánimo! No te des por vencido, vive con Jesús
AMEN
JFVS

martes, 22 de enero de 2013

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Oscar Hernández
 
De Oscar Hernández
 
Director Creativo en dodecaedro
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