Favor de leer Mateo 22:1-14.
Dos parábolas de Jesús ilustran el Reino de Dios como una fiesta. En la Palestina de aquella época, sin radio, TV, cines… había muy pocas oportunidades de diversión. Una boda era la fiesta más alegre de un pueblo, una gran oportunidad de divertirse y salir de la rutina diaria.
La gran mayoría de las ciudades de Palestina eran bastante pequeñas en comparación con las nuestras. Regularmente, los habitantes de un pueblo se conocían casi todos, por lo menos “de vista”. Una boda era por tanto, un acontecimiento que involucraba a todo el pueblo.
Una boda era, como ya lo dijimos, la fiesta más alegre de un pueblo; una verdadera oportunidad de fraternizar, de conocer a los vecinos, de hacer negocios, de bailar, de contar historias, de reír.
Por lo regular, todas las familias del pueblo colaboraban en el festejo de una u otra manera, logrando así una verdadera koinonía. Cuando Jesús mencionaba la palabra “boda”, venían a la mente de los oyentes una gran cantidad de gratos recuerdos; muchos incluso reaccionarían con expresiones como: ¿boda? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué llevamos?
La primera parábola que hoy nos ocupa relata la boda del hijo del rey: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo (22:2) El rey representa a Dios Padre, su hijo es, por supuesto, Jesucristo. La fiesta de bodas es lo que Apocalipsis llama “las bodas del Cordero” (19:7) se trata de la gran fiesta de bienvenida que Dios está preparando para nosotros, su pueblo. Tú y yo estamos invitados a la fiesta más alegre y maravillosa, ¿la actitud nuestra refleja esta expectación gozosa de ser invitados a esta boda? ¿La esperamos con alegría?
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Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. (22:3) los convidados son el pueblo de Israel; los siervos del rey son los profetas del Antiguo Testamento. Jesús interpreta así el ministerio profético como un llamado a una boda; los profetas estaban invitando al pueblo de Israel a regresar a la comunión con Dios que es como asistir a una gran fiesta. Tristemente el pueblo siempre rechazó esta entusiasta invitación.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo:…todo está dispuesto; venid a las bodas. (22:4) estos “otros siervos” son los discípulos de Jesús, que predicaron primeramente el Evangelio a los judíos; la proclamación del Evangelio comenzó en Jerusalén. La frase “todo está dispuesto” hace referencia a Jesús que ya está en medio de su pueblo: …el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. (Marcos 1:15)
Mas ellos, sin hacer caso, se fueron… y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. (22:5-6) dos tristes y lamentables respuestas de Israel ante la entusiasta e insistente invitación de Dios: se alejaron del mensaje de Dios sin hacer caso y peor aún, mataron a los siervos de Dios. Con voz entrecortada Jesús debió de pronunciar estas palabras, pues venían a su mente el recuerdo de tantos profetas muertos a manos “del pueblo de Dios”, también, con visión profética, podía Jesús contemplar los sufrimientos de sus discípulos a manos de los líderes religiosos de los judíos.
Al oír el rey, se enojó (22:7) Este verso es profético, anuncia el destino de Jerusalén cuarenta años más tarde: será destruida y quemada por los soldados romanos. Sin embargo, aquellos judíos que escucharon el Evangelio y aceptaron la invitación, huyeron de Jerusalén y salvaron así su vida. Los cristianos judíos atendieron a las palabras proféticas de Jesús de abandonar la ciudad a tiempo.
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Pero, a pesar del rechazo, “las bodas a la verdad están preparadas”; los que rechazaron la invitación “no eran dignos” pero el plan de Dios no se frustra, sigue adelante. Aún hay una fiesta que celebrar, por tanto, “id”.
Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. (22:9) “id” es la misma palabra en griego utilizada en la Gran Comisión: “Por tanto, id…” (28:19) significa: cruzar fronteras, saltar obstáculos. El rey está muy emocionado con la fiesta de bodas que ha preparado y ante el rechazo de los invitados no sólo no se desanima sino que apasionadamente envía a sus siervos a realizar una entusiasta invitación.
Esta es la pasión del Reino. Dios ha preparado una gran fiesta, estar en comunión con Dios es una verdadera fiesta. La Gran Comisión es la expresión terrenal de la pasión divina: que todas las personas sean invitadas a las Bodas del Cordero, salten todo obstáculo, crucen toda frontera, lleguen a todos los grupos étnicos del mundo.
Y saliendo los siervos por los caminos juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos… (22:10) Estos siervos son todos los que apasionadamente se han comprometido con la tarea de “hacer discípulos”; “las bodas fueron llenas de convidados” se refiere a la iglesia, donde se hallan “juntamente malos y buenos”; la fiesta aún no comienza, el salón está lleno… es la iglesia aquí en la tierra
Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda (22:11) En aquella época, cuando la boda era ofrecida por una persona rica, se acostumbraba entregar a los invitados un “vestido de boda”; así todos los invitados vestirían igual y el vestido lo conservarían como recuerdo de la boda. Este hombre no ha querido el vestido, que representa: “las acciones justas de los santos.” (Apocalipsis 19:8) no es obediente.
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Tal como lo ilustra la parábola, hoy en la iglesia del Señor hay personas buenas: aquellos que hacen la voluntad de Dios y hay personas malas: aquellos que no quieren obedecer la voluntad de Dios. Estas personas malas, antes de iniciar la fiesta, serán arrojados fuera (22:13), al infierno. Los responsables de esto serán “los que sirven” en referencia a los ángeles. Ellos separarán los buenos de los malos y entonces comenzará la fiesta de bodas.
Hemos sido invitados a una gran fiesta, ponte el vestido de la obediencia, invita a otros a la fiesta y con gozo espera el regreso de Jesucristo. Aunque la espera puede ser larga.
El tema de la espera se ilustra con la parábola de las diez jóvenes con sus lámparas, esta historia es relatada en Mateo 25:1-13 favor de leerla.
En esta historia, la pareja de novios viven en pueblos diferentes. Las costumbres indicaban que la boda debía celebrarse en el pueblo de la novia, por tanto, el novio, su familia y amigos, debían caminar de su pueblo al pueblo de la novia.
Las costumbres entonces marcaban que una comisión del pueblo de la novia, esperara al novio y sus invitados a la entrada del pueblo, para darles la bienvenida y llevarlos al lugar donde habría de celebrarse la boda. En este caso, la comisión de bienvenida se integró por diez amigas de la novia; las cuales se prepararon para recibir al novio.
Estas diez jovencitas representan a la iglesia que espera a Jesucristo para celebrar “las Bodas del Cordero”; llevaban lámparas, las cuales representan la Palabra de Dios (Salmo 119:105), el aceite que genera la luz de las lámparas representa al Espíritu Santo. “Prudentes” e “insensatas” son términos que Jesús explica en otra parábola (Mateo 7:24-27) en referencia a la obediencia.
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Las “insensatas” no quisieron batallar cargando, además de la lámpara, una botellita de aceite; representan a los creyentes que “oyen estas palabras y no las hacen” (7:26) Las “prudentes” representan a los creyentes que “oyen estas palabras y las hacen” (7:24) La dinámica de esta parábola está en la obediencia.
Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. (Mateo 25:5) Desde nuestra perspectiva terrenal el regreso de Jesús puede parecer un evento que se ha tardado mucho, no es así desde la perspectiva de Dios: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9)
Finalmente, el novio llega. En la parábola se narra que por motivos desconocidos, el novio con sus invitados se han retrasado demasiado. Por fin, llegan cerca de la ciudad y uno de los invitados del novio se adelanta hacia al ciudad para proclamar la llegada del novio, seguramente para alertar a la comitiva que espera. Las diez jovencitas se preparan para recibir al novio.
En la parábola no se critican a las jóvenes por quedarse dormidas; significa que el regreso de Jesús será un evento inesperado para la iglesia. Al oír el “clamor” las jóvenes se despiertan y arreglan sus lámparas para poder guiar al novio y sus invitados.
Es entonces que las jóvenes insensatas se dan cuenta que el aceite de sus lámparas está por terminarse. Solicitan de las prudentes que compartan de su aceite, pero las prudentes no pueden compartir su aceite, también lo necesitan y si lo comparten a las diez se les va a apagar las lámparas antes de llegar al lugar de la boda. Tienen sólo lo necesario para llegar a la boda.
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Para muchos, las jóvenes prudentes parecieran actuar egoístamente, pero precisamente su prudencia les hace evaluar sus prioridades. Ellas son el comité de bienvenida, por tanto, deben conducir al grupo del novio hasta el lugar de la boda, no pueden quedarse sin aceite.
Por tal motivo, sugieren a las insensatas ir al comprar aceite. Pero, mientras las insensatas tratan de remediar su irresponsabilidad a esas horas de la noche, las prudentes conducen al grupo a la boda “y se cerró la puerta.”
En este punto, la parábola trasciende del ámbito de la historia al del evento referente al regreso de Jesús. Las jóvenes insensatas no tendrían ningún problema en entrar a la boda, pues son del pueblo, no importa que el novio no las conozca.
Pero en el ámbito espiritual, Jesús quiere enseñar que el grupo de personas “insensatas” simplemente quedarán fuera de la fiesta de bodas porque el novio “no las conoce” (25:12) Y en esta frase se encuentra el corazón, no sólo de la parábola, sino de la enseñanza de Jesús.
La vida eterna consiste en “conocer a Dios” (Juan 17:3) Esto es, establecer una correcta relación de amor con Dios por medio de Jesús: “nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6) Porque conocemos a Dios estamos invitados a las Bodas del Cordero.
Las personas insensatas actúan así porque no tienen relación con Dios, su religión se basa en el cumplimiento de rituales externos, carentes de la esencia espiritual: cargan su lámpara pero no el aceite. Jesús concluye con la frase “velad”, estar alerta, no al tiempo del regreso de Jesús, no sabemos cuando vendrá, sino alertas en establecer una correcta relación de amor con Dios. Recordemos: es a una gran fiesta hacia donde nos dirigimos. Gózate en comunión