jueves, 25 de noviembre de 2010

CAPITULO 57: LA ORACIÓN EN EL REINO


Favor de leer Lucas 11:5-10.
Tres parábolas de Jesús ilustran la necesidad y la actitud de orar. La oración no es un ritual es conversar con Dios, pero esta conversación requiere de la actitud y pasión correctas.

La parábola del amigo a medianoche ilustra la necesidad de orar a Dios. La “importunidad” del amigo obliga al varón a levantarse a medianoche a darle lo que pide. Una gran necesidad, un huésped inesperado, obliga al amigo a llamar a la puerta, sabe que su amigo lo entenderá y le dará lo que necesite; el varón, por su parte, se levanta a atenderlo, no tanto por ser su amigo, sino por su “importunidad”.

Así debemos orar. Con la urgencia del amigo que recibe visitas, con la seguridad de que estamos acudiendo con quien realmente nos va a suplir la necesidad que tenemos, con la “importunidad” de orar en el momento, sin importar donde estamos, con quien estamos o qué hora es.

No requerimos de lugares sagrados, ni días sagrados, ni tiempos sagrados. Simplemente ora a Dios, pues si el varón fue capaz de levantarse, ¡claro que Dios también atenderá tu oración! Puedes orar siempre, ¡hazlo!

La parábola no enseña a orar a medianoche; tampoco enseña a orar con angustia. La historia nos anima a llevar todas nuestras peticiones a Dios en oración. Él responderá.

La parábola del juez injusto ilustra “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1); la historia no quiere enseñar que Dios no quiere oír, más bien quiere ilustrar la actitud de la viuda, su insistencia. Esta historia no pretende generar angustia en el que ora. Esta parábola se encuentra en Lucas 18:1-8 favor de leerla.
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La parábola maneja el recurso literario de los extremos. En un extremo tenemos al juez, que ni teme a Dios ni tiene respeto a hombre alguno (18:4); en el otro extremo tenemos a Dios, nuestro Padre celestial, que nos amó de tal manera que entregó a su Hijo Unigénito para salvarnos (Juan 3:16)

Pues si este juez, siendo como es, terminó por atender a la viuda a causa de su insistencia; podemos esperar, con absoluta certeza, dados los extremos, que también Dios nuestro Padre contestará nuestras oraciones.

“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” (18:7) Claro que “pronto les hará justicia” (18:8) Claro que no tardará en responder.

Por tanto, esa breve parábola es una invitación a la confianza, sigue orando apasionadamente, Dios te escucha y quiere responder. Clamar día y noche no es requisito para ser escuchado, es característica del que tiene una gran necesidad. Jesús nos invita a orar confiando en Dios; esta absoluta confianza en Dios y su respuesta es: FE.

“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (18:8) En este momento, al terminar Jesús de contar esta parábola, la voz se le entrecortó, los ojos parecían humedecerse de lágrimas contenidas, es como si Jesús estuviese, por un momento, viendo hacia el horizonte de la historia, hacia el fin. Sabe Jesús que cerca del día de su regreso muchos habrán abandonado la fe, dejarán de orar a Dios, serán engañados, arrastrados por la tormenta, tendrán su talento enterrado y su corazón cerrado al amor y al perdón. Por ello, lanza una pregunta al aire, pregunta que trasciende tiempo y espacio y llega hasta nosotros hoy. Con valentía respondamos: “Sí”. Nosotros estaremos esperando tu regreso, confiando en ti, teniendo fe.
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La parábola del fariseo y el publicano ilustra la actitud correcta que debemos tener al orar. La historia está en Lucas 18:9-14 favor de leerla.

Los fariseos creían que por su religiosidad y tradiciones ya tenían ganado su lugar en el cielo; se creían merecedores del favor de Dios en base a su esfuerzo humano. Si las Sagradas Escrituras demandaban un día de ayuno al año, ellos ayunaban dos veces a la semana, por poner sólo un ejemplo.

Los fariseos eran las personas más estrictas en el cumplimiento de las tradiciones y rituales de la religión judía; formaban un grupo separado y se creían superiores a los demás.

Los publicanos eran los cobradores de impuestos. Eran empleados judíos al servicio del imperio romano. Su sueldo no salía de Roma, sino de lo que cobraban a la gente. Eran considerados traidores a la nación pues su labor consistía en cobrar el dinero del pueblo para Roma.

Los publicanos eran odiados por todos, aunque gozaban de un muy buen nivel de vida, a costa de los impuestos. Este odio les hacía quedar excluidos de la convivencia normal, por tanto, no eran miembros de ninguna sinagoga. Algunos de ellos que llegaban al templo para orar, eran vistos con desprecio y nadie se les acercaba.

Regularmente los amigos de un publicano eran otros publicanos, gente extranjera y los “pecadores” expulsados de las sinagogas. Por estas amistades eran señalados como los peores pecadores. Ciertamente muchos de ellos se habían enriquecido a costa del pueblo, abusaban de su poder cobrando altos impuestos a quienes ellos querían y aceptaban sobornos de todo tipo, fomentando la corrupción y el descontento popular. Uno de ellos fue a orar al templo.
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El templo de Jerusalén había sido consagrado como lugar de oración, espacio de encuentro del hombre con Dios. Pero, para este fariseo, la presencia del publicano le pareció molesta, aunque después proverbial.

El fariseo encuentra en el publicano la inspiración para orar. Agradece, en voz alta, como acostumbraba a orar un fariseo, no ser “como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano” (18:11) Hay en el fariseo una falta total de amor por su prójimo, aunque, claro está, para él, este publicano no era su prójimo. Por tanto no duda en ofenderlo y señalarlo delante de Dios.

Sigue orando en voz alta (tal vez hasta subió el volumen), haciendo un recuento de las razones por las cuales él se considera justo y de paso hunde aún más al publicano en su desesperación. Como haciéndole ver que jamás llegará al grado de “espiritualidad” que él tenía.

La actitud del fariseo, llena de soberbia, orgullo y falta de amor, es suficiente para entender que éste no fue “justificado” por Dios, en primer lugar, porque ni siquiera estaba buscando la aprobación divina, creía merecerla. Y en segundo, porque al enaltecerse, solamente lograra quedar humillado, cuando descubra que lo único que ha cultivado es una religiosidad fanática y carente de amor.

El publicano, alejado de los “espirituales” en un rincón, no quiere ni levantar la mirada hacia el cielo (18:13) se sabe pecador y las palabras del fariseos han ayudado a ese convencimiento. Sabe que no tiene nada que ofrecer a Dios, no tiene las “virtudes” del fariseo. Se encomienda a la misericordia de Dios, ¿Qué puede haber en el publicano para ofrecer a Dios? Solamente hay pecado, tal vez ni debería estar en tan sagrado lugar, pero una fuerza interior lo ha traído hasta este momento; él sí verdaderamente está hablando con Dios, y anhela el perdón.
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Este publicano es un verdadero “pobre en espíritu”; una persona que acude a Dios buscando el perdón, anhela establecer esa comunión de amor con Dios, pero no tiene nada bueno en él, sólo la misericordia de Dios puede provocar el perdón y la amistad con Dios.

¡Y sucede! Dios responde, dice Jesús: “éste descendió a su casa justificado antes que el otro” (18:14) y seguramente lo dijo con entusiasmo. Esa es la actitud que Jesús espera del que se acerca a Dios: humildad. Reconocimiento de nuestra verdadera condición, para entonces, dejarnos ayudar por Dios el único que puede perdonarnos.

El error de los fariseos era creer que por su esfuerzo personal lograban ser justificados. Les faltaba la experiencia de amor. Encontrar a Dios en una relación de amor, que se refleje en amor al prójimo y sí, en servicio a favor del Reino, pero no un servicio fanático, superficial, ególatra y carente de amor, sino un servicio entusiasta, reflejo de la gratitud y el amor hacia Dios.

Dice Jesús: “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea…” (Mateo 6:5 VP) Los hipócritas son los fariseos.

Dice Jesús: “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo…” (6:6 VP) No prohíbe orar en público, pero sí el hacerlo para ser admirados como “espirituales”; mejor que piensen que ni oras, pues al orar estás hablando con Dios no con la gente.

Dice Jesús: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (6:7) Oran es hablar con Dios; habla con Él como lo harías con un buen amigo, con tu Padre que te ama tanto.

viernes, 19 de noviembre de 2010

CAPITULO 56: ACTITUDES EN EL REINO II



CAPITULO 56: ACTITUDES EN EL REINO
Parte 2
Favor de leer Mateo 25:14-30.
Continuamos reflexionando en las interesantes parábolas de Jesús, las cuales nos ilustran magistralmente la actitud que debemos tener aquellos que ya somos parte del Reino de Dios, los discípulos de Jesús, tú y yo.

TRABAJO
La parábola de los talentos ilustra la actitud de trabajo que se requiere de cada uno de nosotros. Ser cristiano, ser parte del Reino, implica estar ocupado en una determinada labor en beneficio del Reino, dicha labor será evaluada por Jesucristo el día de su regreso triunfal.

El hombre que se va lejos, es Jesús, que asciende al cielo pero habrá de regresar. Los siervos somos todos nosotros, los creyentes. Los “talentos” eran lingotes de plata, cada uno de 34 Kg. aproximadamente; eran pues, una gran cantidad de dinero. Representan todo aquellos que Dios nos da para servir en su Reino: oportunidades, habilidades, recursos materiales, vida, etc.

Tres siervos son mencionados y es muy importante anotar que cada uno recibió una cantidad de talentos (lingotes de plata) “conforme a su capacidad”. No seremos juzgados igual, Dios conoce cada vida, sus limitaciones, sus capacidades, sus oportunidades, sus debilidades.

El primer siervo duplica lo recibido, igual el segundo. En cantidad el primero tiene más, en porcentaje ambos han logrado lo mismo. El tercer siervo no quiso batallar, “escondió el dinero de su señor” (25:18) “Después de mucho tiempo vino el señor…” (25:19) Referencia al regreso de Jesús, que tardará un tiempo; en el contexto de la parábola, indica que tuvieron mucho tiempo los siervos para producir ganancias; el tercero tuvo mucho tiempo para recapacitar en su negligencia, pero no lo hizo.
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Es muy ilustrativa la comparecencia de los siervos. El primero debió de estar orgulloso (en el buen sentido de la palabra) de entregar cuentas. Con gran satisfacción se presenta ante su señor, entregando, primero los cinco talentos recibidos, luego, con una sonrisa en los labios, entrega los otros cinco talentos. ¡Qué bien se ha de ver sentido este siervo! Se esforzó en agradar a su señor.

Es importante anotar que los siervos siempre fueron concientes de que todo ese dinero no era de ellos, era de su señor. Ellos simplemente servían. También es interesante anotar que los dos siervos no pretendieron quedarse con nada de las ganancias, no cobraron comisión, su gusto consistió en trabajar para su señor.

El señor felicita al primer siervo: “Bien”; luego lo elogia: “buen siervo y fiel” ¡Que honor! Después vienen las sorpresas. Primera sorpresa: “sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”, era una prueba, el señor tenía planes de grandes negocios y puso a prueba a tres de sus siervos, si con “poco” son fieles, podrán con los verdaderos negocios. Segunda sorpresa: “entra en el gozo de tu señor”, hay una gran fiesta que está preparando el señor y ahora invita al siervo, ha subido de posición, ahora es un invitado en la gran fiesta; referencia clara de la Bodas del Cordero. Tú también debes entrar “en el gozo de tu Señor”.

Al segundo siervo le fue igual que al primero, pues por porcentaje hicieron lo mismo: duplicaron lo recibido. Cada uno ha actuado de acuerdo a sus capacidades. Nos aguarda otra sorpresa. Pero antes, veamos al tercer siervo.

Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. (Mateo 25:24-25)
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Este tercer siervo no quiso trabajar. Para él fue una verdadera carga lo encomendado, solamente sabía quejarse y veía problemas por todos lados. Tenía miedo de hacer negocios y representar a su señor.

La descripción que hace el siervo de su señor ilustra la acción de Dios de ganar a más personas para Cristo, de arrebatarla almas al diablo, de convertir cizaña en trigo.

La actitud de este tercer siervo, representa a los “creyentes” que se avergüenzan del Evangelio, tienen miedo a la persecución por causa de la Palabra de Dios; son los que solamente saben ver problemas, defectos y carencias en el Reino, en vez de aprovechar al máximo la oportunidad de trabajar para el Señor Jesús.

Este tercer siervo recibe la calificación de: “siervo malo y negligente”; se le muestra que tenía opciones: “debías haber dado mi dinero a los banqueros” y finalmente, no sólo no es invitado a la gran fiesta, sino que es arrojado a “las tinieblas de afuera”, donde “será el lloro y el crujir de dientes.” (25:30) Referencia al infierno. El destino de los que no sirven en el Reino es, según Jesús, el infierno.

Pero aquí surge otra sorpresa: “Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos.” (25:28) Los tres siervos pensaron que los talentos eran de su señor, los 2 primeros trabajaron y duplicaron, sin pensar en quedarse con nada. La sorpresa es que el señor les devolvió las ganancias y también los talentos. Al final, no sólo fueron felicitados, no sólo se les asignó una mayor tarea, no sólo se les invitó a la fiesta; además, se quedaron con todo ese capital. Dios no se queda con nada. Trabamos para Dios por el gozo de servirle, ofrendamos todo lo que somos y tenemos pues a Él le pertenece y lo hacemos sin miedo. Cada uno sirve según su capacidad, pero igual nos esperan grandes sorpresas en la eternidad, incluyendo “el gozo del Señor”.
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En este contexto de trabajo en el Reino, se puede ubicar la siguiente parábola, la del rico insensato, la cual se encuentra en Lucas 12:13-21 favor de leerla.

“La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (12:15) La vida del ser humano consiste en establecer una correcta relación de amor con Dios y por amor servir en el Reino; este servicio hará que el creyente sea “rico para con Dios” (12:21) Y no nos referimos a cosas materiales, sino a invertir la vida, con todo lo que ella nos da: oportunidades, habilidades, bienes materiales, etc. en el servicio del Reino: ganar a más personas para Cristo.

El error del hombre de la parábola fue en que nunca pensó en agradar a Dios con los bienes recibidos; creyó que eran de él y solamente pensó en su propio bienestar; su alma estaba perdida. Aquella persona que no procura la salvación de su alma, Jesús le llama: necio.

En este contexto de disponer de los bienes materiales para servir a los propósitos del Reino, se ubica la siguiente parábola de Jesús, la del mayordomo deshonesto, está en Lucas 16:1-9 favor de leerla.

La enseñanza de esta historia no está, evidentemente, en la deshonestidad del mayordomo. Lo que Jesús quiere hacer notar es la sagacidad. Nosotros, como “hijos de luz” debemos invertir los bienes materiales en ganar a más personas para Cristo; así, cuando este mundo se acabe, tendremos el gozo de ver en el cielo a esas personas en las que invertimos nuestra vida terrenal, ellas nos recibirán “en las moradas eternas”. Nuestra sagacidad consiste en reconocer que los bienes materiales de este mundo son temporales, pero las personas ganadas para Cristo, los amigos ganados, permanecerán para siempre. Nuestro trabajo consiste en ganar a más personas para Cristo. En esa tarea debemos invertir nuestra vida terrenal.
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FRATERNIDAD
Dos parábolas de Jesús ilustran bellamente la actitud de fraternidad que debe caracterizar al verdadero creyente. Una de ellas, la del buen samaritano se encuentra en Lucas 10:25-37 favor de leerla.

La vida eterna consiste en amar a Dios y a mi prójimo como a mí mismo. Es una relación de amor con Dios que se refleja nítidamente en el trato con el prójimo. Pero la naturaleza humana, no acostumbrada a amar al prójimo, trata de delimitar (discriminar) quién puede ser prójimo.

En la historia, un hombre viajando de Jerusalén a Jericó, es asaltado y golpeado, queda como muerto a la orilla del camino. Un sacerdote y un levita pasan por el lugar, ambos son “servidores de Dios”, personas dedicadas a servir a Dios, de hecho, también vienen de Jerusalén, o sea, acaban de servir en el Templo; pero ambas, se alejan, no quieren ayudar, no sirven, no aman. El tercero en pasar es un samaritano.

Los samaritanos eran una raza mezclada de judíos con otros pueblos; odiados por los judíos, que los consideraban una raza inferior, aún más inferior que los gentiles. Pues “el odiado” resulta ser el que ayuda; no ve a “un judío”, ve a un ser humano en necesidad y procura servirle. El samaritano resultó ser “el prójimo del que cayó en manos de los ladrones” (10:36) ¿Quién es mi prójimo? Aquella persona a quien yo puedo ayudar de alguna forma.

Inspirados en el amor de Dios, bien podemos nosotros ofrecer nuestra ayuda al que tiene necesidad. En la parábola del rico insensato vemos que el orgullo y la soberbia retienen bienes materiales que podrían ser usados para expresar fraternidad. La mejor ayuda que podemos brindar será siempre guiar al prójimo a establecer una correcta relación de amor con Dios.
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La parábola del rico y Lázaro ilustra también el tema de la fraternidad, se encuentra en Lucas 16:19-31 favor de leerla.

El énfasis principal de esta historia es la fraternidad. Un hombre tan rico que puede celebrar un banquete cada día (16:19) bien podría aliviar la triste situación de Lázaro, su prójimo, que estaba muy cerca: “a la puerta” (16:20)

Si este hombre rico hubiese tenido una relación de amor con Dios, hubiese leído las Sagradas Escrituras (16:29), hubiera experimentado amor fraternal por Lázaro. Su falta de amor a Dios se reflejaba con claridad en su falta de compasión por Lázaro. Nunca le brindó alimento.

Al llegar la muerte a ambos, el rico lamenta su destino y pretende que Lázaro le sirva de mensajero para avisar a su familia, su mentalidad no ha cambiado. La historia enseña que las personas ya muertas de ninguna manera pueden regresar a la tierra y comunicarse con los vivos; también enseña dos destinos después de la muerte.

La idea de creer si ven a una persona regresar de la muerte, resucitar, apunta directamente a Jesús. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo resucitó, aún así muchos “tampoco se persuadirán” (16:31) No desperdicies las oportunidades de ayudar a tu prójimo, cultiva una correcta comunión de amor con Dios que te inspire a amar a tu prójimo, promueve la fraternidad como actitud del Reino.

Favor de leer Mateo 24:42-51.
Estas dos parábolas nos invitan a estar alertas; no sabemos cuándo regresará Jesucristo, por tanto, debemos ocuparnos en multiplicar los “talentos” recibidos y en amar a nuestro prójimo; ganar a más personas para Cristo es donde ambas actividades convergen y es la manera de “estar preparados” (24:44) para el regreso de Jesús, así cuando Él llegue seremos “bienaventurados” (24:46)

domingo, 14 de noviembre de 2010

CAPITULO 55: ACTITUDES EN EL REINO






CAPITULO 55: ACTITUDES EN EL REINO
Parte 1
Favor de leer Mateo 7:24-29.
Varias de las parábolas que Jesús contó a la gente tenían como propósito ilustrar las actitudes que debían prevalecer en el Reino de Dios. Estas actitudes deben ponerse en práctica aquí en la tierra, en nuestro tiempo actual y en el contexto de la congregación de la cual formamos parte.

OBEDIENCIA
La parábola de las dos bases ilustra maravillosamente la actitud fundamental del creyente: obediencia. Al concluir el Sermón del Monte, Jesús cierra magistralmente con esta historia, indicando que no basta con oír el mensaje de Dios, es indispensable ponerlo en práctica.

Dos personajes componen la historia, el hombre prudente y el insensato. El hombre prudente es aquel que oye las palabras de Jesús y las hace, implicando que las ha entendido. Jesús compara a este hombre con la persona que construye su casa sobre la roca; la casa simboliza la vida de la persona y la roca es Jesús. Una vida bien edificada es aquella que se fundamenta en la obediencia a la palabra de Jesús, esta obediencia es lo que sostiene la vida en medio de las grandes tormentas, la principal de ellas: el engaño que lleva a la perdición.

El insensato, no es aquella persona que no sabe del Evangelio, es aquella persona que sí ha escuchado el mensaje de Jesús, pero por no obedecer, se pierde; su vida, como casa edificada en arena, no resiste las tormentas y sucumbe. Será fácil presa del engaño:

Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. (2ª Tesalonicenses 2:9-10)
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La obediencia es la mayor de las actitudes pues demuestra nuestro amor a Jesús: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. (Juan 15:10)

La obediencia siempre debe ser un reflejo claro del amor a Jesús, y por ese amor, entusiastamente buscamos obedecer más y mejor. Sin embargo, nunca alcanzaremos un grado de obediencia completo, menos aún superior a lo encomendado; por tanto nuestra obediencia no debe conducirnos al orgullo y la soberbia; es por ello que Jesús relató esta pequeña parábola de los siervo inútiles, la cual se encuentra en Lucas 17:7-10 favor de leerla.

¿Quién de nosotros podrá, al final de su vida terrenal, decir que hizo todo lo encomendado por Jesús? Aún si fuera ese nuestro caso, con humildad diríamos: “siervo inútil soy, solamente alcancé a hacer lo encomendado, no logré hacer más por amor a mi Señor Jesús.”

Pero éstas no serán palabras de frustración; será el simple reflejo de la humildad que debe caracterizar al discípulo de Jesucristo.

PERDON
Favor de leer Mateo 18:23-35.
El perdón debe ser la actitud entusiasta del discípulo de Jesús, el cual ha experimentado el perdón de Dios en su vida. Jesús se refiere a esta entusiasta actitud por medio de la parábola del siervo que no quiso perdonar.

En la historia uno de los siervos debe al rey una suma enorme de dinero; tan grande que para pagarla era necesario vender todas las propiedades del siervo, incluso su mujer e hijos; para llevarlos al mercado y venderlos como esclavos; esta era una tragedia horrible.
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La historia resulta dramática para los oyentes. Ser vendido como esclavo era una de las mayores y más amargas de las tragedias de la vida. Este siervo debió de haberse sentido terriblemente impotente.

El mercado de esclavos, institución horrible de aquella época, compraba personas como si de animales se tratara, los marcaban, igual que al ganado, les colocaban brazaletes que los identificaban como esclavos y los vendían para realizar todo tipo de labores.

Cualquier persona podía comprar un esclavo, bastaba con tener el dinero suficiente. El comprador adquiría una persona para utilizarla en lo que le viniera en gana, era un objeto. El dueño podía golpear y aún matar a su esclavo sin que nadie le reclamara nada, era su propiedad.

Cuando una persona adquiría deudas que no podía pagar, el que cobraba tenía el derecho, no sólo de embargar sus bienes, sino aún, de tomar a los miembros de su familia para venderlos como esclavos.

Una familia que era vendida como esclavos raramente lograban permanecer juntos ¿Quién pagaría por mujer e hijos para conservarlos juntos? La esclavitud era una terrible tragedia que separaba familias amargamente.

Regularmente, los niños eran comprados para realizar tareas domésticas, los hombres eran adquiridos para tareas que requerían mayor fuerza y las niñas y mujeres, dependiendo de su edad y condición física, podían terminar como objetos sexuales del comprador.

Un esclavo, si bien le iba, tendría un lugar para dormir y un poco de alimento. No gozaba de sueldo alguno y a la menor muestra de rebeldía podía recibir los más crueles maltratos y aún la muerte. Que tragedia para una familia.
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La única esperanza para una persona que ha sido vendida como esclava es la “redención”. Familiares o amigos que se enteran de que su ser querido ha sido vendido como esclavo podían acudir al mercado para comprar la libertad de esa persona.

Comprar un esclavo para darle su libertad, implicaba quitarle el brazalete que le identificaba como esclavo. Sólo un familiar o amigo podía hacer eso puesto que el esclavo no podía ahorrar dinero para su liberación. Regularmente el precio por liberar a un esclavo era mucho mayor que el de comprarlo como esclavo. Este acto de comprar a un esclavo para darle su libertad se denomina: redención.

Jesucristo, con su muerte en la cruz nos redimió; esto es, nos liberó de la esclavitud en la que nos encontrábamos. Somos esclavos del pecado, pero Jesús, con su muerte, nos brinda verdadera libertad, somos redimidos: y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres… porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios… (Apocalipsis 5:9)

¡Cómo no iba a caer de rodillas este pobre siervo! (Mateo 18:26) Suplicaba al rey paciencia, él vería como conseguir el dinero, pero no podía ver a su familia reducida a esclavitud, cualquier cosa por salvar a su familia.

“El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.” (18:27) No le dio un plazo para pagar, le perdonó la deuda. ¿Cómo se siente usted después de haber pagado una enorme deuda? ¿Cómo se habría sentido si le hubieran perdonado esa enorme deuda? ¿Cómo cree usted que se sintió este siervo que en un instante creyó perder a su familia y ahora no debe nada? Pensaríamos nosotros que salió del salón del trono brincando de alegría y celebrando con sus compañeros. Pero sorprendentemente la historia muestra otra actitud.
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Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. (18:28)

Este siervo, al salir del salón del trono, no se encontró con un superior a él, tampoco con un inferior; era uno igual a él, un “consiervo”, dato clave para entender la historia. Resulta que su consiervo le debe una cantidad de dinero, no tan grande como la que él debía al rey.

Un denario era el salario diario normal de un trabajador; cien denarios era equivalente a unos cuatro meses de salario (un poco menos). Diez mil talentos era una suma equivalente a varios millones de pesos. Pero ¿Qué importa la cantidad cuando este siervo acaba de recibir el perdón completo de su deuda?

El consiervo, postrado, le dice: “Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo.” (18:29) La escena ¿le resultaría familiar? Compare el verso 26: “Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.” A excepción del título “Señor”, son exactamente las mismas palabras y la misma acción de “postrarse”. El sólo recuerdo de lo que le acaba de pasar debió de motivarlo a perdonar:

“Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.”(18:30) Encerrado ¿Cómo va a pagar? Solamente que sus familiares o amigos le presten el dinero, le paguen al siervo y puedan, entonces, sacar de la cárcel al “consiervo”. Que vergonzosa actitud de este siervo, hasta nos parece casi imposible de que pueda suceder, pero la aplicación de la parábola que Jesús le va a dar nos dejará sorprendidos.

Por de pronto: Viendo sus consiervos lo que pasaba se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. (18:31)
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El rey, primeramente le recuerda al siervo la deuda que le fue perdonada, le indica que él debió de tratar con la misma misericordia a su consiervo. Finalmente ordena que a él lo metan a la cárcel, le hace lo que él hizo a su consiervo.

Los familiares y amigos del consiervo podrían con relativa facilidad pagar su deuda y sacarlo de la cárcel. Pero ¿Quién ayudará a este “siervo malvado”?

La aplicación que hace Jesús de esta historia es para dejarnos sin habla: Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas. (18:35)

“La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) Nuestra salvación le costó a Dios la vida de su Hijo Unigénito; por tanto era una deuda impagable para nosotros. Jesucristo nos ha perdonado. Somos salvos por gracia (Efesios 2:8) Este perdón de Dios debe ser motivo e inspiración suficiente para perdonar toda ofensa con entusiasmo.

Jesús aclara que el perdón debe ser “de todo corazón”, no se trata de un perdón superficial o de un perdono pero no olvido. Si no perdonamos a nuestro hermano, seríamos como el siervo malvado que no quiso perdonar una deuda pequeña cuando a él le fue perdonada una enorme deuda.

Nuestra actitud como creyentes debe ser la de perdonar toda ofensa y hacerlo de todo corazón. No en base a la actitud de nuestro hermano; nuestra inspiración para perdonar debe ser Dios, que nos ha perdonado. ¿Por qué Dios si debe perdonarnos y nosotros no perdonamos? ¿Somos acaso superiores a Dios? ¿Acaso la ofensa de nuestro hermano es mayor que nuestra ofensa a Dios? ¿Y si no perdono? Jesús ha sido muy claro en cuanto a nuestra actitud de perdón. Si te falta fortaleza para perdonar medita en el perdón de Dios, en tu redención.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Atención vs Distracción

CAPITULO 53: EL REINO ES UNA FIESTA




Favor de leer Mateo 22:1-14.
Dos parábolas de Jesús ilustran el Reino de Dios como una fiesta. En la Palestina de aquella época, sin radio, TV, cines… había muy pocas oportunidades de diversión. Una boda era la fiesta más alegre de un pueblo, una gran oportunidad de divertirse y salir de la rutina diaria.

La gran mayoría de las ciudades de Palestina eran bastante pequeñas en comparación con las nuestras. Regularmente, los habitantes de un pueblo se conocían casi todos, por lo menos “de vista”. Una boda era por tanto, un acontecimiento que involucraba a todo el pueblo.

Una boda era, como ya lo dijimos, la fiesta más alegre de un pueblo; una verdadera oportunidad de fraternizar, de conocer a los vecinos, de hacer negocios, de bailar, de contar historias, de reír.

Por lo regular, todas las familias del pueblo colaboraban en el festejo de una u otra manera, logrando así una verdadera koinonía. Cuando Jesús mencionaba la palabra “boda”, venían a la mente de los oyentes una gran cantidad de gratos recuerdos; muchos incluso reaccionarían con expresiones como: ¿boda? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué llevamos?

La primera parábola que hoy nos ocupa relata la boda del hijo del rey: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo (22:2) El rey representa a Dios Padre, su hijo es, por supuesto, Jesucristo. La fiesta de bodas es lo que Apocalipsis llama “las bodas del Cordero” (19:7) se trata de la gran fiesta de bienvenida que Dios está preparando para nosotros, su pueblo. Tú y yo estamos invitados a la fiesta más alegre y maravillosa, ¿la actitud nuestra refleja esta expectación gozosa de ser invitados a esta boda? ¿La esperamos con alegría?
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Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. (22:3) los convidados son el pueblo de Israel; los siervos del rey son los profetas del Antiguo Testamento. Jesús interpreta así el ministerio profético como un llamado a una boda; los profetas estaban invitando al pueblo de Israel a regresar a la comunión con Dios que es como asistir a una gran fiesta. Tristemente el pueblo siempre rechazó esta entusiasta invitación.

Volvió a enviar otros siervos, diciendo:…todo está dispuesto; venid a las bodas. (22:4) estos “otros siervos” son los discípulos de Jesús, que predicaron primeramente el Evangelio a los judíos; la proclamación del Evangelio comenzó en Jerusalén. La frase “todo está dispuesto” hace referencia a Jesús que ya está en medio de su pueblo: …el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. (Marcos 1:15)

Mas ellos, sin hacer caso, se fueron… y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. (22:5-6) dos tristes y lamentables respuestas de Israel ante la entusiasta e insistente invitación de Dios: se alejaron del mensaje de Dios sin hacer caso y peor aún, mataron a los siervos de Dios. Con voz entrecortada Jesús debió de pronunciar estas palabras, pues venían a su mente el recuerdo de tantos profetas muertos a manos “del pueblo de Dios”, también, con visión profética, podía Jesús contemplar los sufrimientos de sus discípulos a manos de los líderes religiosos de los judíos.

Al oír el rey, se enojó (22:7) Este verso es profético, anuncia el destino de Jerusalén cuarenta años más tarde: será destruida y quemada por los soldados romanos. Sin embargo, aquellos judíos que escucharon el Evangelio y aceptaron la invitación, huyeron de Jerusalén y salvaron así su vida. Los cristianos judíos atendieron a las palabras proféticas de Jesús de abandonar la ciudad a tiempo.
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Pero, a pesar del rechazo, “las bodas a la verdad están preparadas”; los que rechazaron la invitación “no eran dignos” pero el plan de Dios no se frustra, sigue adelante. Aún hay una fiesta que celebrar, por tanto, “id”.

Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. (22:9) “id” es la misma palabra en griego utilizada en la Gran Comisión: “Por tanto, id…” (28:19) significa: cruzar fronteras, saltar obstáculos. El rey está muy emocionado con la fiesta de bodas que ha preparado y ante el rechazo de los invitados no sólo no se desanima sino que apasionadamente envía a sus siervos a realizar una entusiasta invitación.

Esta es la pasión del Reino. Dios ha preparado una gran fiesta, estar en comunión con Dios es una verdadera fiesta. La Gran Comisión es la expresión terrenal de la pasión divina: que todas las personas sean invitadas a las Bodas del Cordero, salten todo obstáculo, crucen toda frontera, lleguen a todos los grupos étnicos del mundo.

Y saliendo los siervos por los caminos juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos… (22:10) Estos siervos son todos los que apasionadamente se han comprometido con la tarea de “hacer discípulos”; “las bodas fueron llenas de convidados” se refiere a la iglesia, donde se hallan “juntamente malos y buenos”; la fiesta aún no comienza, el salón está lleno… es la iglesia aquí en la tierra

Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda (22:11) En aquella época, cuando la boda era ofrecida por una persona rica, se acostumbraba entregar a los invitados un “vestido de boda”; así todos los invitados vestirían igual y el vestido lo conservarían como recuerdo de la boda. Este hombre no ha querido el vestido, que representa: “las acciones justas de los santos.” (Apocalipsis 19:8) no es obediente.
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Tal como lo ilustra la parábola, hoy en la iglesia del Señor hay personas buenas: aquellos que hacen la voluntad de Dios y hay personas malas: aquellos que no quieren obedecer la voluntad de Dios. Estas personas malas, antes de iniciar la fiesta, serán arrojados fuera (22:13), al infierno. Los responsables de esto serán “los que sirven” en referencia a los ángeles. Ellos separarán los buenos de los malos y entonces comenzará la fiesta de bodas.

Hemos sido invitados a una gran fiesta, ponte el vestido de la obediencia, invita a otros a la fiesta y con gozo espera el regreso de Jesucristo. Aunque la espera puede ser larga.

El tema de la espera se ilustra con la parábola de las diez jóvenes con sus lámparas, esta historia es relatada en Mateo 25:1-13 favor de leerla.

En esta historia, la pareja de novios viven en pueblos diferentes. Las costumbres indicaban que la boda debía celebrarse en el pueblo de la novia, por tanto, el novio, su familia y amigos, debían caminar de su pueblo al pueblo de la novia.

Las costumbres entonces marcaban que una comisión del pueblo de la novia, esperara al novio y sus invitados a la entrada del pueblo, para darles la bienvenida y llevarlos al lugar donde habría de celebrarse la boda. En este caso, la comisión de bienvenida se integró por diez amigas de la novia; las cuales se prepararon para recibir al novio.

Estas diez jovencitas representan a la iglesia que espera a Jesucristo para celebrar “las Bodas del Cordero”; llevaban lámparas, las cuales representan la Palabra de Dios (Salmo 119:105), el aceite que genera la luz de las lámparas representa al Espíritu Santo. “Prudentes” e “insensatas” son términos que Jesús explica en otra parábola (Mateo 7:24-27) en referencia a la obediencia.
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Las “insensatas” no quisieron batallar cargando, además de la lámpara, una botellita de aceite; representan a los creyentes que “oyen estas palabras y no las hacen” (7:26) Las “prudentes” representan a los creyentes que “oyen estas palabras y las hacen” (7:24) La dinámica de esta parábola está en la obediencia.

Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. (Mateo 25:5) Desde nuestra perspectiva terrenal el regreso de Jesús puede parecer un evento que se ha tardado mucho, no es así desde la perspectiva de Dios: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9)

Finalmente, el novio llega. En la parábola se narra que por motivos desconocidos, el novio con sus invitados se han retrasado demasiado. Por fin, llegan cerca de la ciudad y uno de los invitados del novio se adelanta hacia al ciudad para proclamar la llegada del novio, seguramente para alertar a la comitiva que espera. Las diez jovencitas se preparan para recibir al novio.

En la parábola no se critican a las jóvenes por quedarse dormidas; significa que el regreso de Jesús será un evento inesperado para la iglesia. Al oír el “clamor” las jóvenes se despiertan y arreglan sus lámparas para poder guiar al novio y sus invitados.

Es entonces que las jóvenes insensatas se dan cuenta que el aceite de sus lámparas está por terminarse. Solicitan de las prudentes que compartan de su aceite, pero las prudentes no pueden compartir su aceite, también lo necesitan y si lo comparten a las diez se les va a apagar las lámparas antes de llegar al lugar de la boda. Tienen sólo lo necesario para llegar a la boda.
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Para muchos, las jóvenes prudentes parecieran actuar egoístamente, pero precisamente su prudencia les hace evaluar sus prioridades. Ellas son el comité de bienvenida, por tanto, deben conducir al grupo del novio hasta el lugar de la boda, no pueden quedarse sin aceite.

Por tal motivo, sugieren a las insensatas ir al comprar aceite. Pero, mientras las insensatas tratan de remediar su irresponsabilidad a esas horas de la noche, las prudentes conducen al grupo a la boda “y se cerró la puerta.”

En este punto, la parábola trasciende del ámbito de la historia al del evento referente al regreso de Jesús. Las jóvenes insensatas no tendrían ningún problema en entrar a la boda, pues son del pueblo, no importa que el novio no las conozca.

Pero en el ámbito espiritual, Jesús quiere enseñar que el grupo de personas “insensatas” simplemente quedarán fuera de la fiesta de bodas porque el novio “no las conoce” (25:12) Y en esta frase se encuentra el corazón, no sólo de la parábola, sino de la enseñanza de Jesús.

La vida eterna consiste en “conocer a Dios” (Juan 17:3) Esto es, establecer una correcta relación de amor con Dios por medio de Jesús: “nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6) Porque conocemos a Dios estamos invitados a las Bodas del Cordero.

Las personas insensatas actúan así porque no tienen relación con Dios, su religión se basa en el cumplimiento de rituales externos, carentes de la esencia espiritual: cargan su lámpara pero no el aceite. Jesús concluye con la frase “velad”, estar alerta, no al tiempo del regreso de Jesús, no sabemos cuando vendrá, sino alertas en establecer una correcta relación de amor con Dios. Recordemos: es a una gran fiesta hacia donde nos dirigimos. Gózate en comunión

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Capítulo 52: Pasión por el reino





Favor de leer Mateo 13:44-46.
Aquello que para nosotros resulta muy valioso nos apasiona. Nos apasiona obtenerlo, conservarlo, rescatarlo, encontrarlo. En el grupo de parábolas que aquí habremos de leer, Jesús nos muestra el valor de su Reino y nos explica el por qué de la pasión de algunos por el Reino.

En aquella época, la gente acostumbraba guardar en cofres su patrimonio: lingotes y monedas, ropa, perfumes y otros objetos valiosos. Si tenían que viajar a otra ciudad, solían enterrar ese cofre en algún lugar seguro. Mucha gente no regresaba por sus tesoros y el “sueño” de muchos era encontrarse alguno de esos tesoros perdidos.

En la historia del tesoro escondido, un hombre encuentra, por accidente, uno de estos cofres. Tal vez, caminando por el campo se tropezó o alcanzó a ver algo parecido a una piedra que sobresalía del terreno; al observar detenidamente descubre para su sorpresa que se trata de un cofre con un gran tesoro.

Extrañamente, para nosotros, vuelve a enterrar el cofre y corre a casa a “vender todo lo que tiene”, eso sí, con un gozo desbordante. Los vecinos habrán creído que se volvió loco. Pero el sabe algo que los demás no, necesita vender todo lo que tiene, junta el dinero y compra aquel terreno. Al obtenerlo, y nadie reclamarlo, pasa a su propiedad también el cofre con el tesoro; ahora es dueño legal del tesoro, nadie podrá decir que lo robó.

Jesús dice: así es el Reino. Tener una relación de amor con Dios, la esencia del Reino, es lo más valioso de la vida, es lo mejor que puede sucedernos. Es como encontrarse con un tesoro. Ese tesoro, la comunión con Jesús, es más valioso que todo lo que uno puede poseer en esta vida; por tanto, bien puede uno cambiar todo por el Reino de Dios.
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Encontrar el Reino es experiencia de gozo. Uno abandonaría con gozo todo lo que estorba para vivir en esta relación de amor con Dios. El verdadero creyente es aquel que considera, con gozo, que el Reino es el tesoro de su vida.

“También el reino de los cielos es semejante…” Otra historia que ilustra el valor del Reino es la perla de gran precio. Se trata de mercader, que a diferencia del hombre de la anterior historia, éste sí está buscando, se dedica a comprar y vender perlas y “busca buenas perlas”, esto es, se apasiona por su trabajo, tanta es su pasión, que un día encuentra “una perla preciosa”; él sabe muy bien que ésta es la perla que había buscado toda su vida.

El mercader hace algo increíble: “vendió todo lo que tenía y la compró”; así de valiosa era y así de importante para él. La historia nos da a entender que la adquirió para él no para venderla. Además, al vender todo, este mercader ya no va a poder seguir en el negocio. Este hombre estuvo dispuesto a cambiar su vida por esta perla. Y Jesús dirá: Así es el Reino.

Hay quienes van por la vida buscando “algo”, no saben que es, tal vez una pareja, una familia, un casa, dinero… un día encuentran a Jesús en sus vidas y por entrar en relación de amor con Dios están dispuestos a cambiar totalmente su vida y de hecho lo hacen: renuncian a lo que antes eran y se entregan a Jesús.

El primer hombre no buscaba pero encontró el tesoro, el segundo buscaba y encontró la perla. Nosotros tenemos diferente historias, pero un día, un maravilloso día descubrimos a Jesús como el gran tesoro, como la perla preciosa y por Jesús, con gozo, lo dejamos todo por Él. Eso es pasión por el Reino. Jesús ha ilustrado el por qué algunas personas viven con tal pasión por Él.
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El Reino de Dios es lo más valioso que el ser humano puede llegar a encontrarse en su vida. Quienes han experimentado a Jesús en sus vidas lo saben y con gozo así lo valoran. Viven apasionados por el Reino de Dios.

El mensaje del Evangelio, ha de llegar a todo el mundo y habrá de influir a todas las personas; ciertamente no todas se convertirán, pero el Reino de Dios es como levadura en la harina, que la fermenta toda; tal es el significado de la parábola de la levadura, relatada en Mateo 13:33.

Ciertamente el mensaje del Evangelio habrá de llegar a todo el mundo y muchas personas habrán de responder al mensaje del Reino como si un tesoro hubiese encontrado. Pero, como se enseñó en la parábola del trigo y la cizaña, en el mundo siempre habrá dos tipos de personas.

El fin del mundo, descrito en la otra parábola (la cizaña), como una siega, es descrito también como una red (ver Mateo 13:47-50), que recoge peces buenos y malos, los ángeles serán los encargados de separarlos y el destino de los malos será el infierno.

El Reino de Dios es pues como un hombre que siembra la semilla, pero es ésta quien crece hasta llegar a dar fruto. Nuestra responsabilidad es compartir el Evangelio, sembrar la semilla, es Dios quien da el crecimiento y este Reino va a seguir dando fruto en muchas vidas transformadas; cuando ese “fruto está maduro, enseguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.” Por tanto, si aún no ha regresado Jesús es porque el fruto todavía no está maduro, aún hay cizaña convirtiéndose en trigo, aún hay mercaderes buscando, El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9) Este es la idea de la parábola de la semilla que crece misteriosamente (Mateo 4:26-29).
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El Reino de Dios es pasión por compartir el Evangelio, es pasión por dejarlo todo con tal de ser parte de ese Reino, es también pasión de Dios de esperar a más personas que se arrepientan. Esta pasión es amor.

Jesús platicó una pequeña parábola para ilustrar la pasión de amor que experimenta aquella persona que ha sido perdonada, y por tanto, ha entrado en el Reino. La historia está en Lucas 7:36-50 favor de leerla.

No pretende esta historia enseñar que hay quienes Dios les ha perdonado muchos pecados y hay quienes sólo les ha perdonado pocos pecados. En realidad todos somos igualmente pecadores e igualmente necesitamos del perdón de Dios, pues ninguno de nosotros tenemos “con qué pagar” la deuda adquirida por el pecado.

El problema que plantea esta historia es el de la gratitud. ¿Por qué hay creyentes que actúan como la “mujer pecadora”? Porque han comprendido la magnitud del perdón que han recibido y apasionadamente buscan cómo expresar tanta gratitud a Jesús nuestro salvador.

Pero, como Simón, siempre habrá personas religiosas, carentes de amor, incapaces de comprender estos arrebatos de pasión, la razón, no aman a Dios. Mucha gente siente que no son tan malos después de todo, que en realidad ellos son los que se han acercado a Dios y los hay incluso los que piensan que le hacen un favor al Reino al participar en él. Gran equivocación. Falta de amor.

Somos, todos nosotros, como esta mujer, que ha experimentado el perdón de sus pecados y por ello amamos tanto a Jesucristo. El Reino de Dios son estas personas apasionadas, agradecidas, enamoradas. Jamás pensaríamos que se nos ha perdonado poco, más bien, anhelamos saber cómo expresar mejor nuestra gratitud.
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En una ocasión Jesús contó una historia para ilustrar la pasión que debe caracterizar a los que trabajan en el Reino de Dios, esta es la parábola de la higuera estéril y se encuentra en Lucas 13:6-9 favor de leerla.

La brevedad de la historia es impactante. Si la higuera no está dando fruto lo más recomendable es cortarla. Pero ¡sorpresa! El viñador, el trabajador encargado del lugar no quiere que se corte la higuera y ruega al dueño que les brinde, a él y a la higuera, una oportunidad.

Se trata de un viñador que ama la viña con cada uno de sus elementos. No quisiera perder a ninguno y ante el peligro de ser cortado intercede para pedir una nueva oportunidad. Es pasión por la viña.

La viña es el pueblo de Dios, dentro hay una higuera que no da fruto, son los que “oyen pero no entienden”, ¿para que tenerlos allí? El viñador representa a los pastores y maestros.

Dios pone a prueba a los responsables del discipulado. ¡Corta de mi congregación a los que no dan fruto! Diría Dios al pastor. Pero es una prueba, la pasión de Dios es ganar a más personas para Cristo, Él es paciente, no quiere que nadie se pierda, sino que “todos se salven”; espera Dios de sus siervos esta misma pasión.

“Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone…” Es el clamor de los pastores y maestros, de todos los responsables del discipulado de nuevos creyentes ¡y no tan nuevos! “déjalos, Señor” Otro año más, cambiaremos de métodos, nos esforzaremos más, insistiremos, este año tal vez ya den fruto. Sí, el Reino de Dios es pasión, no la frialdad del fariseo que criticaba a los “pecadores” sino esta pasión de insistir para que más personas den fruto para Dios.