La imagen del amor conyugal se complementa aquí con la del amor paterno. Dios es Padre, que cuida con ternura a su hijo Israel; aunque este amor no es correspondido la misericordia y la compasión de Dios prevalecen sobre la ira y la rebeldía del pueblo. Este capítulo 11 del libro de Oseas recuerda brevemente el éxodo, pero sólo para poner de relieve la particularidad del amor que Dios había mostrado gratuitamente a un pueblo que desde el comienzo ni había sido capaz de comprenderlo ni de corresponder a él.
Verso 1: Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
Verso 2: Cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían sahumerios.
El v1 se ha convertido en profecía mesiánica: “Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi hijo.” (Mateo 2:13-15) Por supuesto, ni Oseas, ni nadie más sospecharon que en las palabras de este v1 se hallaba una profecía referente a Jesús, pero al cumplirse, se entendió. Jesús es el centro de la Biblia y con su vida interpreta correctamente las Escrituras, por ello es tan importante conocer la vida y ministerio de Jesús.
“Cuando Israel era un muchacho, lo amé, y de Egipto lo llamé como hijo; pero otros lo llamaban y así marcharon según sus gustos: sacrificaron a los baales, incensaron a los ídolos.” El primer verbo de la serie, antes de la “llamada”, es “amar”; el que pone en marcha toda la historia; la historia de Dios con Israel es una historia de amor. Dios amó a Israel, lo liberó de la esclavitud en Egipto y lo adoptó como su hijo; pero lamentablemente, el pueblo quiso escuchar la invitación a la tentación y prefirió adorar ídolos. Los sacrificios hacen referencia a la adoración pública, el incienso a la privada.
Dio aún sigue ese patrón de acción. Primero nos amó: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) La iniciativa es de Él.
Después nos liberó: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos… Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:6-8) “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:34-36)
Luego nos adoptó: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12) “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo… a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” (Gálatas 4:4-7)
Verso 3: Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba.
Verso 4: Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida.
Dios, en v3, se describe asimismo como un amoroso padre, que con maravillosa ternura, toma los brazos de sus pequeño hijito para enseñarle a dar sus primeros pasos, ¡escena de fotografía! La expresión “al mismo Efraín”, indica que aún los soberbios sacerdotes, que creían saberlo todo y poderlo todo, un día fueron párvulos en los brazos de Yahvéh. Este verso nos conmueve con la imagen de un padre que recuerda con nostalgia cómo enseñó a andar al hijo que ahora con rebeldía lo menosprecia. En la parábola del hijo pródigo, podemos imaginar al amoroso papá llorando el abandono de su hijo, al que, seguramente, enseñó a caminar; en esa parábola, dice Jesús, el “padre” es Dios mismo.
Dios nos ve como párvulos, como niños pequeños que él quiere enseñarnos a caminar, nos quiere cuidar: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1P 2:2) “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:2-3) La relación correcta con Dios es aquella en la que vemos a Dios como nuestro “AMADO PADRE” y nos vemos a nosotros mismos como sus “AMADOS HIJITOS”.
“Cuidar” en hebreo, no sólo significa curar heridas, sino más en general cuidar a alguien. El verbo castellano “criar” implica todos los cuidados para “hacer crecer” a un niño, incluyendo alimentación y educación. Pero ¡Que tristeza! Efraín, el grupo sacerdotal, los que se suponía tenían una mejor relación con Dios, “no conoció” que era Dios quien lo cuidaba, menos iba a saber el pueblo.
“Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor”. Estas cuerdas eran usadas por los padres para ayudar a los infantes en su proceso de aprender a caminar; eran cuerdas “humanas” en el sentido de que proveían el apoyo necesario para estimular el caminar con seguridad, sin este apoyo, el bebé tardaría más en caminar; eran cuerdas de “amor” porque estaban forradas de tela acolchonada para no “raspar” al bebé. Al escuchar esta frase, los hebreos recordarían cuando enseñaron a sus hijos a caminar, recodarían estas cuerdas y evocarían esos felices momentos con sus bebés ¡Qué ternura!
“Fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz” Un más detallado examen de esta frase en hebreo nos muestra que la palabra ‘ul en hebreo, traducida aquí por “yugo” significa niño pequeño; además, la palabra que se traduce como “cerviz” en realidad debe traducirse como “mejillas”. La frase, ya corregida en la versión popular, se lee así: “los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho”. Describe así, el gesto de alzar un niño pequeño hasta las mejillas para darle un beso o como manifestación general de afecto, típica imagen del papá llegando a casa, siendo recibido por su pequeño hijo; así quiso Dios que fuese su relación con Israel; así quiere Dios que sea su relación con nosotros.
“Puse delante de ellos la comida”; mejor: “me incliné a ellos para darles de comer”. Describe el cuidado de papá o mamá, para inclinarse hacia el pequeño hijo y alimentarlo. Yahvéh se inclina en gesto de protección hacia quien pone su esperanza en él: “Pacientemente esperé a Yahvéh, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.” (Salmo 40:1)
¿Qué más puede decir nuestro Amado Padre? Su gran proyecto fue tratar a Israel como a su pequeño bebé, lo ayudó a dar sus primeros pasos, lo alimentó, lo vistió, le dio una tierra abundante, lo bendijo, pero, como el hijo pródigo, tomó las bendiciones de Dios y abandonó el hogar (la comunión con Dios) para vivir perdidamente entre los ídolos.
El anhelo de Yahvéh fue construir un hogar. Aún hoy, Dios está construyendo un hogar donde tú y yo vivamos como hermanos al amparo de nuestro Amado Padre. Esa es la misión de Jesús al venir al mundo, al venir a nuestra vida. La iglesia es la familia de Jesucristo.
Somos unos bebés, niños pequeños que apenas estamos aprendiendo a caminar, nuestro Padre, quiere levantarnos y darnos un beso, quiere tomarnos de nuestras manos y ayudarnos para que caminemos seguros, sin caernos; Él quiere alimentarnos con buena comida y ¿Por qué no? Jugar junto con nosotros, reír con nosotros ¡La vida podría ser tan sencilla!
Pero algunos, rebeldemente procuraremos soltarnos de su mano ante la primera invitación al pecado; algunos nos sentiremos fuertes y jugaremos a ser grandes e inteligentes; escucharemos otras voces y correremos hacia la perdición, ¿Cuantas caídas tendremos que sufrir antes de regresar al hogar?
Hoy nuestro Amado Padre abre sus brazos para darte un abrazo, deja ya lo que te estorba, Dios nos ama, más de lo que cualquier amoroso padre terrenal ama a su bebé; levanta tu mirada, alza tus brazos y déjate querer por nuestro Amado Padre Yahvéh; hazlo, en Cristo Jesús, Amén.
JFVS