domingo, 20 de junio de 2010

AMOR DE JESUS Oseas 11:5-12

Verso 5: No volverá a tierra de Egipto, sino que el asirio mismo será su rey, porque no se quisieron convertir.
Verso 6: Caerá espada sobre sus ciudades, y consumirá sus aldeas; las consumirá a causa de sus propios consejos.

Terrible destino anunciado para quienes “no quieren convertirse”. No es castigo de Dios, es la consecuencia natural “de sus propios consejos”. Dios advierte a su amado pueblo del peligro que se avecina y advierte porque en la conversión hay salvación. Todavía hay esperanza si tan solo dejan de oír sus propios consejos y empiezan a oír el consejo de Dios.

El pueblo, que una vez fue liberado de Egipto por Yahvéh, ahora marchará hacia el cautiverio a Asiria. La invasión asiria destruirá sus ciudades y aldeas, nada quedará. Por ello la urgencia de este mensaje: ¡conviértanse por favor!

Cuando nosotros, a causa de nuestros propios consejos, nos precipitamos hacia terribles barrancos, recibimos una y otra vez, oportunas llamadas de Dios, advirtiéndonos del peligro que corremos. No seamos sordos a los llamados de Dios, confiemos en el consejo de Dios antes que en el propio; Dios sabe lo que es mejor para nuestra vida, su voluntad es buena, agradable y perfecta.

Verso 7: Entre tanto, mi pueblo está adherido a la rebelión contra mí; aunque me llaman el Altísimo, ninguno absolutamente me quiere enaltecer.

Este pasaje ha sido revisado en su traducción, atendiendo al examen gramatical y a la luz de nuevos descubrimientos; su traducción correcta, ya expresada en la Versión Popular queda así: “Mi pueblo persiste en estar alejado de mí; gritan hacia lo alto, pero nadie los ayuda.”

Yahvéh ha amado a su pueblo, como un padre ama a su hijito; Yahvéh ha procurado todo lo necesario para el sano crecimiento de Israel, tal como un padre sabio y amante se ocupa en la crianza de su bebé.

Pero, su amado pueblo, “persiste en estar alejado”. No se trata de un alejamiento accidental, sino de una determinación planeada, ¡una necedad! Mientras Yahvéh hace todo por atraerlos, ellos hacen todo por alejarse.

¡Qué necio fue Israel! ¡Qué necios somos nosotros! No somos capaces de apreciar todo lo que Dios ha hecho para atraernos a él y gozar de su amor paternal; neciamente persistimos en mantener a Dios alejado de nuestras decisiones, de nuestro hogar, de nuestro trabajo, de nuestras finanzas, de nuestras diversiones ¿qué nos pasa? ¿Acaso no sabemos quién es Él? ¿Acaso le tenemos miedo? ¿Acaso creemos que estaremos mejor sin Él? ¿No sabemos lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros? ¿No sabes que Jesús te ama?

En su necedad, el pueblo gritaba pidiendo ayuda, gritaba “a lo alto”, no a Yahvéh, pues quien clama a Él es escuchado: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3) El pueblo clamaba “a lo alto”, a los baales, pero éstos ídolos no los ayudaron; el pueblo creía que en cielo de palestina habitaba Baal ¡qué ignorancia! No hay quien pueda ayudar al pueblo, pues solamente hay un solo Dios.

Aún el día de hoy, muchas personas, claman, gritan a lo alto, a multitud de nombres, porque creen que hay una multitud de “seres” que pueden ayudarles allá arriba, pero sólo de uno habrá respuesta: “Este Jesús… ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:11-12) “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (Romanos 10:13)

Verso 8: ¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión.

Tal vez muchos, ante semejante necedad del pueblo, concluirán que Dios abandonará a este ingrato pueblo, entregándolo a la perdición. Pero sorprendentemente para muchos, Yahvéh toma la iniciativa aclarando cuál es su posición en este asunto. Adma y Zeboim son pueblitos cerca de Sodoma y Gomorra, los cuales también fueron arrasados por el fuego.

El corazón de Dios se muestra aquí sin reserva: No será Dios quien abandone al pueblo a su suerte ¿Quien se ha atrevido a decir que Dios castigó a su pueblo con el abandono? ¿Qué clase de Dios creemos que es Yahvéh? ¿Qué clase de Padre suponemos que es Él? ¿Con quién crees que estamos tratando?

Yahvéh, nuestro amado padre, “se conmueve”; su corazón “da vueltas” dentro de Él. No actúa como correspondería a la ingratitud de su pueblo, no actúa como esperarían quienes le oyen quejarse. Yahvéh ama demasiado a su pueblo, como el padre del hijo pródigo que al verlo regresar en lo único que pensó fue en correr, abrazarlo, besarlo y organizar fiesta en su honor ¡Así es Yahvéh!

Hay un fuego que ninguna ingratitud humana puede apagar: el fuego de la pasión de Yahvéh por nosotros. Nada hay que podamos hacer que haga que ese fuego se apague. Dios nos ama porque Dios es amor, fuego apasionado de entrega total; Jesús nos ama tan apasionadamente que prefiere morir en la cruz antes que dejarnos perder; a Jesús nada ni nadie se le opone para amarnos, salta todo obstáculo para llegar hasta la puerta de nuestro corazón y ofrecernos su apasionado amor. Nadie jamás te amará como Jesucristo lo hace: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?... ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:32-39)

Verso 9: No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad.

Cualquier persona se hubiera enfadado ante la ingratitud y necedad del pueblo; pero no Dios, porque Él no es como los seres humanos: voluble, emocional, aprensivo. “Dios es amor” y es consistente con su naturaleza, actúa como Padre, es “el Santo”, el apartado de toda maldad. No hay en Dios deseos de venganza, ni odio, ni crueldad, ni nada de lo que como humanos estamos acostumbrados a recibir. No es Dios quien entrará en las ciudades de Israel para destruir, serán las tropas asirias.

Verso 10: En pos de Yahvéh caminarán; él rugirá como león; rugirá, y los hijos vendrán temblando desde el occidente.
Verso 11: Como ave acudirán velozmente de Egipto, y de la tierra de Asiria como paloma; y los haré habitar en sus casas, dice Yahvéh.
Verso 12: Me rodeó Efraín de mentira, y la casa de Israel de engaño. Judá aún gobierna con Dios, y es fiel con los santos.

El v12 describe la triste realidad del reino del norte: el pueblo no podía llegar hasta Dios por tantos ídolos (mentiras) que los sacerdotes les pusieron alrededor; hoy mucha gente no logra llegar hasta Jesús y su mensaje de amor por tantas mentiras alrededor.

La segunda parte de este v12 también debe ser corregida en su traducción: “Judá se ha separado de Dios, y ahora es fiel a los ídolos.” El pueblo amado de Dios está al borde del precipicio.

Pero siempre hay una nota de esperanza. Aunque el pueblo no escuche y sea llevado al cautiverio, no será el final, Yahvéh rugirá como león y sus cachorros vendrán desde las regiones más alejadas (occidente) para integrarse nuevamente como pueblo. En el Nuevo Testamento Jesús es descrito con esta figura de león triunfante: “El León de la tribu de Judá ha vencido” (Apocalipsis 5:5) y también describe a Jesús preparando habitaciones para su pueblo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:2-3) Aún falta el gran rugido de Jesús, que en su regreso triunfal nos reunirá de las partes más lejanas de la tierra para hacernos habitar seguros y ¡por fin! vivir como familia, disfrutando del amor paternal de Yahvéh.

“Vendrán temblando” describe la emoción al límite que causará en nosotros su llamado; estaremos tan emocionados que temblaremos. No es temblor de miedo sino de profunda emoción ¿quién ya está temblando de emoción? Amén.
JFVS