domingo, 4 de marzo de 2012

MALDAD EXPULSADA Zacarías 5:1-11

Verso 1: De nuevo alcé mis ojos y miré, y he aquí un rollo que volaba.
Verso 2: Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho.
Verso 3: Entonces me dijo: Esta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo) será destruido.
Verso 4: Yo la he hecho salir, dice Yahvéh de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, con sus maderas y sus piedras.

Esta es la sexta visión y corresponde a la purificación de la nación judía, en su primera etapa: “Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba… mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho. Me dijo entonces: Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. El Señor todopoderoso afirma: Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.” (VP)

Los dos pecados que se mencionan son solo ejemplos representativos de la maldad, no quiere decir que solamente estos pecados se estén denunciando, aunque, en el momento en que habla el profeta estos serían los más graves.

La reconstrucción del templo y la ciudad de Jerusalén, así como la validación del ministerio de Josué y Zorobabel, como dirigentes del pueblo, incluye la conversión del pueblo. Los judíos deben renunciar al pecado.

La visión muestra un enorme pergamino donde fácilmente se pueden leer los pecados cometidos y la advertencia de que el pecado tiene consecuencias. Las personas que neciamente quieren seguir viviendo en el pecado no podrán justificarse, en el sentido de no saber lo que hacían, pues está a la vista de todos.

Jesús dijo: “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” (Juan 12:47-48)

“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Juan 3:18-19)

El gigantesco pergamino que vuela simboliza la oportunidad de convertirse; quienes no han querido participar de esta renovación espiritual, solamente les espera ruina. De muchas formas y muchas veces, Dios nos invita a la conversión, queda en nosotros el rechazar a Jesús y su palabra o recibir su palabra y convertirnos, para así, ser parte de la renovación espiritual.

Verso 5: Y salió aquel ángel que hablaba conmigo, y me dijo: Alza ahora tus ojos, y mira qué es esto que sale.
Verso 6: Y dije: ¿Qué es? Y él dijo: Este es un efa que sale. Además dijo: Esta es la iniquidad de ellos en toda la tierra.
Verso 7: Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa.
Verso 8: Y él dijo: Esta es la Maldad; y la echó dentro del efa, y echó la masa de plomo en la boca del efa.
Verso 9: Alcé luego mis ojos, y miré, y he aquí dos mujeres que salían, y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y los cielos.
Verso 10: Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa?
Verso 11: Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base.

Esta es la séptima visión del profeta y corresponde a la expulsión de la Maldad de la nación renovada, en su segunda etapa.

En esta ocasión, el profeta ve un gran recipiente cerrado, como canasta, del cual sale una mujer llamada “la Maldad”, esta mujer es empujada nuevamente dentro del recipiente y éste es cerrado con una tapa de plomo ¡muy pesada! Entonces, dos mujeres con alas se llevan el recipiente con la mujer a la región de Sinar, donde se ubica Babilonia, porque allí le van a construir, a la Maldad, un santuario y cuando esté terminado, la instalarán sobre un pedestal, para adorarla. En toda la Biblia, Babilonia es el símbolo del centro de toda la maldad humana.

El apóstol Juan recibe una visión, que es, continuación de esta: “Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia… y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.” (Apocalipsis 17:3-6)

La Maldad es la Gran Ramera, que expulsada de la nación santa, se establece en Babilonia, desde allí domina sobre todos los reyes de la tierra (Ap 17:18) creando un imperio de maldad que persigue cruelmente a los discípulos de Jesús.

En Génesis 11 los seres humanos llegan a la región de Sinar y comienzan la edificación de “una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo” (Ge 11:4); se trata de Babel. Muy cerca de allí, siglos más tarde, se edificó Babilonia. Esta región es el centro de la maldad humana, el sitio desde donde los seres humanos quisieron construir una civilización sin Dios. En Apocalipsis 17 y 18 Babilonia es ciudad simbólica, capital de la Maldad. Será destruida finalmente.

La visión de Zacarías no promete la destrucción de la maldad, sino su expulsión, aunque advierte que se le edificará un santuario y que será adorada allá en Babilonia, la ciudad del cautiverio.

Dios ha denunciado el pecado, afirmando que no quedará impune. Dios ha expulsado la maldad de la nación santa. Ahora queda en el pueblo, en cada uno en particular, decidir si permanecerán en santidad o si terminarán adorando a la Maldad.

Dios “os dio vida… perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:13-14) Sobre nosotros también volaba un pergamino que nos condenaba, pero por haber recibido a Jesús, hemos experimentado su perdón y esa acta ha sido anulada.

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29) Jesucristo ha expulsado el pecado, la maldad de nuestra vida: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.” (1Jn 3:5)

Desde una perspectiva histórica, después del ministerio de Zacarías, la maldad siguió manifestándose en el pueblo judío. La visión es un símbolo de una realidad espiritual.

La maldad ha sido expulsada de nuestra vida, Dios ha perdonado todos nuestros pecados, Dios nos ha liberado de la esclavitud del pecado. Pero, queda en nosotros la diaria decisión de obedecer a Jesús con gozo, oh ¡trágicamente! rendir culto a la Maldad. Decide bien porque: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.” (1Jn 3:6)

Nosotros conocemos a Jesús y hemos decidido servir con gozo a Jesús en santidad. Amén.
JFVS